AD 165/2021
Las fake news: enemigas de la democracia.
Autora: Julieta Zanazzi[1]
ÍNDICE
- RESUMEN.
- PALABRAS CLAVE.
- Introducción.
- Posverdad, fake news y Desinformación.
- Nuevas formas de acceder a la información.
- Afectación a la Democracia.
- La tecnología al servicio de la manipulación.
- El rol del derecho.
- Educación y responsabilidad del ciudadano.
- Reflexiones Finales.
- BIBLIOGRAFÍA..
RESUMEN
A partir de las nuevas formas de relacionarnos y comunicarnos, aparecen fenómenos como las fake news, que permiten la generación de campañas de desinformación con el objetivo de manipular el funcionamiento de uno de los pilares de la democracia, que es la opinión pública, influenciando subrepticiamente nuestra intención de voto.
En este trabajo se realiza un breve análisis sobre la utilización de las Tecnologías de la Información y la Comunicación para la manipulación del electorado a través de las campañas de desinformación, y como ello afecta a la democracia.
Desde un enfoque jurídico se plantea el interrogante de la necesidad o no de una ley, y se reflexiona sobre una solución desde las buenas prácticas y la educación en lo digital de la ciudadanía.
PALABRAS CLAVE
Desinformación, procesos electorales, noticias falsas, democracia, tecnología, posverdad, buenas prácticas.
Las Tecnologías de la Informacio?n y Comunicación, en adelante TIC, se han transformado en un elemento primordial en la llamada sociedad de la informacio?n[2].
Todos los ámbitos de nuestras vidas se ven afectados de una manera u otra por la tecnología, manifestándose principalmente en tres áreas: la informacio?n, las comunicaciones y la automatización (GARCI?A RODRIGUEZ, 2011).
Esa injerencia de las TIC comenzó a provocar cambios estructurales en nuestra sociedad, tal es así que, hasta los procesos electorales se ven atravesados por las distintas herramientas tecnológicas.
La política, los ciudadanos, los medios de comunicación y demás agentes involucrados en el desarrollo del estado democrático, han ido utilizando los avances tecnológicos al servicio de los mismos, provocando una revolución en el ámbito de la configuración de la opinión pública.
Desde el punto de vista de la democracia, implica un mayor protagonismo del ciudadano dentro del proceso, toda vez que, ya no solo se dedica a emitir su voto, sino que ahora también, tiene más mecanismos de control de la gestión de los recursos, participa activamente, accede fácilmente a la informacio?n y ejerce el rol de informar y compartir la informacio?n que posee de manera masiva.
Entendemos que la democracia funciona mejor, si la ciudadanía esta? informada y se involucra en los temas de interés público (MEIXUEIRO NA?JERA, 2017).
Sin embargo, gracias a los nuevos modos de relacionarnos y comunicarnos, aparecen fenómenos como las fake news, que permiten la generación de campañas de desinformación con el objetivo de manipular el funcionamiento de unos de los pilares de la democracia liberal, que es la opinión pública, influenciando subrepticiamente nuestra intención de voto.
Posverdad, fake news y Desinformación.
Cuando las creencias o sentimientos personales que genera un hecho prevalecen sobre la informacio?n objetiva a la hora de formular una opinión pública, estamos frente a lo que se conoce como posverdad.
Este fenómeno tiene un gran desarrollo gracias a las fake news o noticias falsas, que entendemos como aquella informacio?n falsa o manipulada que aparenta ser legítima, y permiten que el receptor de la noticia exacerbe esos prejuicios, sentimientos y creencias, dejando de lado la búsqueda de la verdad objetiva de los hechos ocurridos.
El uso de tecnologías que permiten crear espacios de comunicación e intercambio de información, donde el ciudadano deja su papel de receptor para crear y compartir activamente contenidos, genera el escenario propicio para que las noticias falsas se propaguen y se generen campañas de desinformación[3] que llegan a un gran grupo de personas.
Lograr manipular electores se convierte en algo mucho más sencillo desde que la posverdad se implanta en nuestra sociedad. Buscamos creer aquello que nos gusta, y si una fake news se alinea a nuestra ideología y sentir, asimilaremos esa informacio?n como verdadera sin cuestionarnos los hechos objetivos, y contribuiremos a la campaña de desinformación compartiendo tal noticia.
Nuevas formas de acceder a la información.
Los medios de comunicación son espacios que contribuyen a definir la agenda política, jugando un rol central a la hora de informar y combatir la desinformación (TUN?ON NAVARRO, OLEART y BOUZA GARCI?A, 2019).
Con los medios tecnológicos a disposición, la aparición de internet y las redes sociales, se crean nuevos canales para obtener informacio?n, haciendo que los medios tradicionales[4] tengan que adaptarse al mundo digital.
El nuevo paradigma de comunicación y acceso a la información permite que cualquier usuario-ciudadano se convierta en un potencial informador, democratizando la autoría de contenidos y superando la intermediación tradicional de los medios convencionales. Ya no se necesita ser profesional de la comunicación para publicar contenidos, si no que cualquiera puede generarlos (DE CASTRO RUANO, 2018).
En este sentido, la información se publica de manera casi simultánea a cuando surge el hecho, acelerando los procesos de acceso y distribución del contenido, facilitando la aparición de fake news y viralización de noticias que no se someten a verificación.
Si bien el ciudadano aprovecha las bondades de las TIC para mantenerse actualizado e informarse, los erróneos hábitos de consumo de la informacio?n, esto es, el compartir sin contrastar la misma, el dejarse llevar por los sentimientos o creencias tomando como verosímil lo que recibimos sin analizar las fuentes o si se trata de hechos reales, lo convierten en el eslabón estratégico de las campañas de desinformación.
Afectación a la Democracia.
Conforme a lo expuesto, las TIC facilitan el acceso a la informacio?n a través de las redes sociales, los blogs, los diferentes medios digitales, y permiten, una participación más activa de la ciudadanía en asuntos políticos, brindando el espacio para expresarnos libremente y convertirnos en emisores de noticias, dando como resultado la democratización de la informacio?n.
Un ciudadano informado tomará las mejores decisiones a la hora de elegir sus representantes, pero si la informacio?n que obtiene ha sido manipulada, y la esencia de sus pensamientos y decisiones son el resultado de una campaña de desinformación, todo el proceso democrático se encuentra viciado, poniendo en jaque los pilares de un Estado-Nacio?n moderno con peligrosas consecuencias para la democracia liberal.
“La teoría política suele describir a la democracia como un sistema de gobierno frágil, que debe ser permanentemente protegido de múltiples peligros. Uno de ellos son las interferencias ejercidas por actores ajenos a la comunidad que ostenta la soberanía, con el propósito de inclinar los resultados del proceso político hacia un resultado que favorezca sus intereses” (TORRES SORIANO, 2017:3).
Los estados deben prestar especial atención a las campañas de influencia que se generan y el poder del uso de tecnologías para influir en procesos de toma de decisiones, entendiendo que aquello que parece lejano y sucede en el ciberespacio, tiene consecuencias muy reales en el mundo físico.
La tecnología al servicio de la manipulación.
Las campañas de desinformación no lograrían su objetivo de manipular a la opinión pública de manera exitosa, si no contaran con tantas herramientas tecnológicas que permitan la viralización del contenido de manera automática y rápida.
Las redes sociales y las plataformas digitales, nos presentan infinidades de opciones de actuación, y en el caso de las campañas de desinformación, nos permiten que aparezcan herramientas como los “bots políticos”.
Los “bots políticos” son tecnología implementada para influir en la opinión pública a través de cuentas de usuarios ficticios que han sido equipadas con las funciones o el software adecuado, para interactuar con otras cuentas sobre política, aumentar el número de seguidores de los candidatos en sus perfiles y desorientar al electorado con grandes cantidades de informacio?n –la mayoría falsa o manipulada- sobre un candidato o partido político (HOWARD, WOOLLEY & CALO, 2018).
Además, gracias a que los usuarios comparten, muestran y publican en las redes sociales todo tipo de informacio?n sobre ellos, con la gestión de grandes cantidades de datos al alcance, podemos definir el perfil del electorado al que se dirige la campaña, clasificándolo según su nivel socioeconómico, cultural, zonas de residencia, preferencias (CALDEVILLA DOMI?NGUEZ, 2010).
El objetivo es que el mensaje político llegue de manera eficaz a la ciudadanía, entonces a mayor número de personas a las cuales tenemos acceso, con incontable informacio?n obtenida de cada uno de ellos, más cerca del éxito estará nuestra campaña (RUBIO, 2010).
Es por ello que las fake news que se incluyen en las campañas de desinformación están dirigidas según las preferencias e ideologías de ese ciudadano, provocando que cambie de postura o refuerce ideas y prejuicios, convirtiéndolo en un partícipe activo de la campaña electoral.
Es decir, si el ciudadano esta? en contra de un candidato y se encuentra en alguna red social una informacio?n o fotografía que lo ridiculice o culpe de algún hecho, compartirá o comentara? dicha noticia con el fin de que mayor cantidad de personas accedan a la misma (LO?PEZ AGUIRRE, ACOSTA VALVERDE y ESTRADA GARCI?A, 2019).
Por ende, las nuevas tecnologías facilitan el conocimiento más profundo del electorado y torna más accesible su manipulación alterando la libre decisión que debe realizar sobre su voto.
El rol del derecho.
Un aspecto que se debate en la lucha contra la desinformación es sobre la necesidad de legislar o no hacerlo.
Si se legisla, mediante una ley formal, estaríamos otorgándole a algún organismo del estado, la facultad de decidir que? es una noticia falsa, que no lo es, que es lo verdadero o no.
Lo cual, a criterio de esta autora, es demasiado peligroso dotar al estado con ese poder, ya que estaríamos entregando una de las libertades más importantes que es la de poder obtener toda la informacio?n que consideremos necesaria para generar un pensamiento critico.
Asimismo, es una tarea difícil regular sobre temas relacionados con la tecnología, debido a que, los procedimientos legales llevan un tiempo para consumarse y las herramientas tecnológicas avanzan con rapidez.
En el caso de las fake news, debemos tener en cuenta que querer restringir la divulgación de noticias falsas puede llegar a generar conflictos con la libertad de expresión y la libertad de informacio?n.
Sin embargo, es entendible que, cuando nos encontramos frente a la injerencia de distintas tecnologías en procesos que son pilares para el estado democrático como lo son los procesos electorales, el derecho quiera encontrar la manera de generar mecanismos en pos de proteger los principios fundamentales de la democracia.
Si quisiéramos controlar este fenómeno, con el fin de evitar que dentro de las grandes campañas de desinformación se siga manipulando al ciudadano que luego va a ejercer su voto, tendemos que preguntarnos de que tipo de contenido se trata para poder decidir su mejor regulación.
Las noticias falsas dentro de las campañas de desinformación pueden contener datos o imágenes de una persona. Los daños que puede llegar a causar las campañas de desinformación, no responden a bienes jurídicos nuevos sin protección, sino que tanto el honor, los datos personales, la privacidad y la propia imagen, son cuestiones que el derecho viene protegiendo hace mucho tiempo.
Es decir, analizando el caso concreto seguramente encontraremos que el derecho tiene ya soluciones consolidadas que pueden aplicarse para ejecutar tal protección, no siendo necesaria expresamente una nueva ley al respecto.
Por lo expuesto, las respuestas jurídicas al fenómeno de la desinformación son complejas y pueden ser una excusa para restricción de las libertades, además de que el ordenamiento jurídico vigente posee mecanismos acordes para proteger los bienes jurídicos vulnerados por el contenido de las campañas de desinformación.
Por eso, las soluciones deben enfocarse en la utilización de mecanismos jurídicos como recomendaciones, códigos de buenas practicas, protocolos de actuación, entre otros tipos de normativa acorde para poder controlar el uso de la informática y garantizar el cumplimiento de los derechos electorales.
Utilizar métodos de buenas practicas para lograr resolver futuros conflictos que se pueden presentar con las tecnologías, educando a los usuarios, y generando colaboración entre estados, empresas tecnológicas y ciudadanos, parece ser la mejor opción.
Un ejemplo de ello es la decisión de la UE de crear el Código de Buenas Prácticas de la Unión en materia de desinformación, con el fin de luchar contra la desinformación coordinándose con los distintos agentes públicos y privados vinculados a este fenómeno[5].
Los estados deben entender que en este nuevo mundo donde internet borra fronteras, donde nadie es el dueño de lo que pase por la red, donde grandes empresas privadas manejan millones de datos de ciudadanos de diversos países, la solución a la antigua dictando una norma y obligando a cumplir la misma no es un remedio eficaz.
La creación del Código de Buenas Prácticas sobre desinformación por parte de la UE, es un buen ejemplo para enfocar la creación de una solución ante la dificultad de regular sobre tecnología sin restringir derechos fundamentales.
Debería replicarse esta metodología en otros estados, siempre entendiendo que es fundamental la cooperación y el trabajo multidisciplinario entre los distintos agentes involucrados.
No nos olvidemos que el fin último es la protección de la democracia y la transparencia de los procesos electorales, algo que tanto a los estados como los ciudadanos nos debe importar.
Educación y responsabilidad del ciudadano.
Como corolario de todo lo desarrollado, se debe hacer una breve reflexión sobre la falta de educación, y de compromiso, del ciudadano-usuario de medios digitales.
“La primera y última víctima de las guerras de comunicación son los ciudadanos…por ese motivo, es necesario que los usuarios de medios digitales estén prevenidos para detectar una campaña de desinformación y tengan las capacidades para evitar ser manipulados” (CCN, 2019:31) y, será el rol del estado, brindar esa educación.
La desinformación transciende fronteras, y como usuarios debemos también ser responsables a la hora de recibir una informacio?n, teniendo nuestras buenas practicas de actuación.
Si las campañas de desinformación prosperan no es culpa de las tecnologías y del estado exclusivamente, como usuarios, ayudamos a que se replique la información sin tomarnos el tiempo de pensar si lo que compartimos en las redes es verdadero o no.
La importancia radica en ser precavidos y empezar a educarnos en el mundo digital, logrando de manera crítica asimilar la informacio?n que recibimos constantemente gracias a las TIC.
El desafío está en identificar y discriminar cuando estamos frente a una fake news, o por lo menos dudar del contenido que recibimos, y hacer una investigación pertinente, si es que en dicha informacio?n basaremos nuestra elección a la hora de una votación.
Al recibir una noticia deberíamos aplicar ciertos filtros:
- Preguntarnos si tiene un autor o es anónimo, es decir, si efectivamente alguien se hizo cargo del mensaje que nos llega. Luego podemos buscar la fuente y contrastarla.
- Analizar el contenido del mensaje: chequear la información que recibimos leyendo más allá del titular que suele ser sensacionalista y tendencioso.
- Pensar en la oportunidad: analizar si ocurrió algo alrededor de ese hecho que están contando y que lo hace tan novedoso que permita que eso se difunda con facilidad. Aplicar el sentido común y no dejarse llevar por las emociones.
- Finalmente, ser responsables: si identificamos una noticia falsa, es importantísimo entender que, al compartir estos contenidos, estamos siendo cómplices de la desinformación. No hay que compartir las fake news, y según la forma en que nos ha llegado, reportar la misma como contenido falso.
Reflexiones Finales.
La aparición de nuevos medios para acceder a la información, que se valen de las tecnologías para crear un nuevo espacio de comunicación, donde el ciudadano deja su papel de receptor para crear y compartir activamente contenidos, genera el escenario propicio para que las campañas de desinformación se desarrollen y lleguen a un gran grupo de personas.
La manipulación de electores es mucho más sencilla desde que la posverdad se implanta en nuestra sociedad. Es decir, buscamos creer aquello que nos gusta, y si una fake news se alinea a nuestra ideología y sentir, asimilaremos esa informacio?n como verdadera sin cuestionarnos los hechos objetivos y contribuiremos a la campaña de desinformación compartiendo tal noticia.
Ante las campañas de desinformación que es sometido constantemente el ciudadano, podría verse vulnerada la libre elección del sufragio, entendiendo que cada vez es mas complejo lograr una apreciación objetiva de los hechos si esta? siendo bombardeado por informaciones falsas.
Es importante involucrar, con el fin de planificar una solución para erradicar o minimizar las campañas de desinformación, no solamente a los estados, sino también a todos los agentes que intervienen en la comunicación digital de la informacio?n y que, en definitiva, son los que tienen la capacidad técnica de evitar la propagación de las fake news.
Utilizar documentos jurídicos como protocolos, guías de actuación o códigos de buenas prácticas, es un bueno comienzo para luchar contra la injerencia de terceros en el poder de decisión de los ciudadanos y proteger la democracia.
La educación en lo digital tiene que ser un compromiso de todos los estados y de los ciudadanos en su accionar. El reto radica en superar la sociedad de la informacio?n hacia una sociedad del conocimiento donde se espera que se produzca una apropiación critica y selectiva de la informacio?n.
Julieta Zanazzi
8 de noviembre de 2021
BIBLIOGRAFÍA:
- CALDEVILLA DOMI?NGUEZ, David (2010). “Las nuevas tecnologi?as cambian el panorama de la comunicacio?n poli?tica”. Perspectivas de la comunicacio?n, [en li?nea]. V. 3, nro. 1, pp. 111–122. Disponible en: https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=5283592
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- FERNA?NDEZ DELPECH, Horacio (2014). Manual de Derecho Informa?tico. Ciudad Auto?noma de Buenos Aires: Abeledo Perrot.
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[1] Abogada (Universidad Argentina de la Empresa), Magister en Derecho de la Ciberseguridad y Entorno Digital (ULE – Universidad de León, España).
Docente de grado y posgrado en materias de su especialidad (UADE, FCE-UBA y FUCER). Investigadora en el Instituto de Ciencias y Disciplinas Proyectuales (INSOD) de la Universidad Argentina de la Empresa (UADE). Autora de publicaciones, disertaciones y trabajos sobre Derecho y Nuevas Tecnologías.
Miembro del Poder Judicial de la Nación Argentina.
Obtención del premio de la Facultad de Derecho (ULE – Universidad de León) y del Instituto Nacional de Ciberseguridad (INCIBE) al mejor expediente académico del Master Universitario en Derecho de la Ciberseguridad y Entorno Digital (2019/2020) y el premio de las editoriales EOLAS y REUS al mejor trabajo fin de Master en Derecho de la Ciberseguridad y Entorno Digital (2019/2020).
[2] En palabras de Fernández Delpech (2014:15-16): “La sociedad de la información… se refiere a la creciente capacidad tecnológica para almacenar informaciones y hacerlas circular cada vez de forma más rápida y con mayor difusión. Esa sociedad de la información surge como consecuencia de la implantación de las tecnologías de la información y comunicación (TICs) en las relaciones sociales, culturales y económicas de las comunidades…” sumándole a dicho concepto la implementación de las TICs en el ámbito político, en el desarrollo y ejercicio de nuestros derechos como ciudadanos de un estado, que se ve plasmado en el acto protagonista de la democracia representativa: la emisión del sufragio.
[3]Cuando hablamos de desinformación debemos entender como “aquella informacio?n verificablemente falsa o engañosa que, de forma acumulativa, se crea, presenta y divulga con fines lucrativos o para engañar deliberadamente a la población y puede causar un perjuicio público, entendido como amenazas contra los procesos democráticos políticos y de elaboración de políticas, así? como contra los bienes públicos, como la protección de la salud, el medio ambiente o la seguridad de los ciudadanos de la UE” (COMISIO?N EUROPEA, 2018:1).
[4] Hasta finales del siglo pasado, los medios de comunicación tradicionales eran los encargados de crear y transmitir mensajes que marcaban la agenda política ejerciendo el papel de mediadores en el proceso de conformación de la opinión pública (CENTRO CRIPTOLO?GICO NACIONAL, 2019).
[5] El Código de Buenas Prácticas contra la Desinformación busca la unión de distintos agentes para luchar contra este fenómeno. No es solo un instrumento jurídico elaborado por la Unión Europea que busca luego la adhesión de terceros, sino que se elaboró en conjunto con los actores involucrados en la lucha contra la desinformación, haciendo que el trabajo multidisciplinario augure una efectiva solución al fenómeno que se quiere controlar (COMISIÓN EUROPEA, 2019).