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ORATORIA EN EL SECTOR LEGAL
En estos últimos años se han escrito ríos de tinta sobre la importancia de las softskills o habilidades blandas, tanto desde una perspectiva generalista como específicamente en el ámbito jurídico. Sirva de ejemplo el reciente artículo del compañero Felipe Herrera para el blog de Abogacía España “La importancia de las soft skills en la profesión de abogado”.
Tanto desde Colegios de Abogados y Agrupaciones de Jóvenes Abogados, como desde universidades, despachos y empresas del sector jurídico, se han volcado muchas energías y recursos en potenciar dichas habilidades y ofrecer formación actualizada y de calidad. Esto se debe a la utilidad práctica que ofrece el dominio de dichas habilidades y la propia demanda profesional de estas softskills -que podemos ver como se exigen por parte de los departamentos de Recursos Humanos de las principales firmas legales-.
Existiendo tanto material en la red, no vamos a extendernos en ensalzar lo importante que resulta formarse en estas softskills; sin embargo, vamos a dedicar este artículo a abordar someramente una de ellas: la oratoria.
Cualquier abogado y profesional del sector legal debería dominar esta habilidad. Se trata de una creencia tan arraigada que es probable que a muchos de vosotros os hayan dicho en el colegio o instituto algún comentario parecido a: “Hijo, tú hablas muy bien, deberías ser abogado”. Sin embargo, más allá de clichés, ¿es realmente tan importante saber hablar en público? Y, lo que es más importante ¿qué es realmente la oratoria y cómo debo aprenderla para poder ejercer mi profesión de la mejor forma posible?
¿Qué entendemos por oratoria?
La oratoria tiene muchas acepciones y puede ser entendida de diferentes formas. En este artículo vamos a centrarnos en definir qué se suele entender hoy en día en el sector profesional por oratoria; es decir, desde una perspectiva pragmática y entendida como una herramienta o habilidad personal de utilidad práctica.
Según la Real Academia Española, la oratoria es “el arte de hablar con elocuencia”, es decir, es aquella capacidad para expresarse de forma elegante y persuasiva para conseguir que los oyentes comprendan apropiadamente lo que se expresa y provocarles un sentimiento de convicción. Llevándolo a un lenguaje más plano, lo anterior se resume diciendo que la oratoria es la capacidad de hablar bien en público.
Para lo que nos interesa en nuestro ejercicio, consideramos que no es necesario buscar definiciones más complejas o analizar con especial énfasis hasta donde alcanza el concepto; es suficiente con saber que una persona que domine la oratoria tendrá la capacidad de hablar bien en público.
Pese a la sencillez del concepto, en nuestra trayectoria como debatientes universitarios nos hemos topado con personas con un alto nivel cultural que tenían un concepto muy distorsionado de lo que realmente es la oratoria. Por ello, lo primero que se explica a nuestros alumnos de debate es todo aquello que NO es oratoria. A través de esta desmitificación resulta más sencillo entender cuáles son las claves para aprender a hablar bien en público.
- “Hablar bonito” vs claridad expositiva:
Es importante diferenciar “hablar bien” de “hablar bonito”. Oratoria no es sinónimo de “hablar bonito”. Es decir, no se trata de adornar un discurso para que el oyente reciba un mensaje auditivamente agradable, enfocando nuestros esfuerzos en que “suene bien” o resulte estéticamente atractivo. Oratoria, por el contrario, es tener la capacidad de comunicar con claridad y naturalidad lo que se desea transmitir a un público concreto, de la forma más sencilla posible.
- Discurso farragoso vs discurso preparado:
Para conseguir la referida claridad expositiva, lo ideal es realizar una preparación correcta del discurso; es decir, dominar aquello que se va a decir y cómo se va a decir. El objetivo es crear un mensaje que resulte sencillo de entender para el oyente, evitando mezclar ideas o exponerlas de forma desordenada. Si no se lleva a cabo un discurso bien estructurado y claro, confundiremos al interlocutor y ello conducirá irremediablemente a que no entienda correctamente el mensaje o que pierda atención a nuestro discurso. Las ideas claras y ordenadas resultan fáciles de entender y seguir, por lo que debemos centrar nuestras energías en que aquello que salga por nuestra boca siempre tenga estas características
Por el contrario, un discurso farragoso, cargado de florituras y palabras grandilocuentes que solo buscan adornar el mensaje, conseguirá lo opuesto: distraer y confundir a quién lo escucha. El objetivo, aunque tratemos de persuadir o convencer, siempre debe ser que el interlocutor entienda aquel mensaje que queremos transmitir y eso solamente se consigue a través de la claridad expositiva.
- Grandilocuencia vs naturalidad. Actor de teatro vs buen comunicador:
Siguiendo en la línea ya marcada, hoy en día no se tiene por buen orador a aquella persona que carga su discurso con expresiones rimbombantes o frases grandilocuentes. Si realmente queremos conectar con el público que nos escucha (con independencia de que sean dos o doscientas personas) y conseguir captar su atención, lo más eficiente es ser natural y utilizar un lenguaje plano. Evidentemente, el lenguaje jurídico se caracteriza por ser un lenguaje técnico en el cual, frecuentemente, se deben utilizar palabras o expresiones muy específicas que solamente entenderán aquellas personas que hayan recibido formación en dicha materia. No obstante, eso no es excusa para sobrecargar nuestro discurso o tratar de enrevesar el mensaje.
La otra cara de la moneda, que siempre suma y aporta al buen orador es la naturalidad, sencillez y adaptación. Hay pocas habilidades que definan mejor a un buen orador que “naturalidad”. Y es que, precisamente, cuando somos naturales y hablamos de forma auténtica, sintiéndonos cómodos y sin artificios, el interlocutor percibe el mensaje como convincente y al emisor como alguien seguro de sí mismo. Si por el contrario parece que estemos en un escenario recitando una oda, con tonos de voz pocos naturales y expresiones disonantes en el contexto que estamos comunicando, se percibirá el mensaje como poco convincente y al orador como a un mal actor que sobreactúa.
Sintetizando todo lo anterior, podemos concluir diciendo que la oratoria es aquella capacidad de hablar de forma clara, concisa y natural delante de un público concreto, con independencia de que nos encontremos ante un gran auditorio abarrotado de público o en una sala con tan solo dos personas escuchando.
Pero, ¿por qué es tan importante la oratoria?
Lo primero, siempre estamos comunicando, así que lo óptimo es aprender a hacerlo de una manera correcta.
Como indicábamos antes, la habilidad de hablar bien en público no es solamente importante cuando nos dirigimos a un gran auditorio, sino que reviste la misma importancia cuando nuestro discurso solo va dirigido a una persona. Si bien es cierto que los nervios y la dificultad de hablar con elocuencia suelen aparecer cuando nuestro público es mayor, no podemos perder de vista que en la mayor parte de nuestro día a día nos encontramos comunicando a pequeños grupos de personas.
Por ejemplo, si a título personal me paro a reflexionar sobre los momentos más importantes de mi carrera profesional desde que terminé el Master de Abogacía, en casi todos ellos la oratoria ha tenido un gran peso: mis entrevistas de trabajo para el despacho en el que trabajo, las vistas orales en los juicios que he llevado a cabo, las reuniones con clientes, compañeros o jueces para tratar cuestiones determinantes, la participación en medios de comunicación, etc.
Sin una preparación adecuada en oratoria, estoy seguro de que no me hubiesen elegido por delante de los compañeros que optaban al mismo puesto, no hubiese podido salir airoso de ciertas situaciones en sala, ni haber conducido correctamente las reuniones más tensas.
Además, uno de los caracteres que define la sociedad actual es la competitividad. En nuestro día a día es muy probable que tengamos que enfrentarnos con personas muy preparadas, con una formación académica más extensa, más experiencia, etc. En dicha pugna, la oratoria puede marcar la diferencia a la hora de equilibrar la balanza y, por ejemplo, captar un cliente, conseguir un trabajo -o ascenso-, o convencer a alguien de una determinada idea.
Algunos consejos básicos.
Resulta muy difícil poder transmitir conocimientos de oratoria exclusivamente por escrito y más aún en un espacio tan reducido como es el de este artículo. No obstante, no podemos resistirnos a compartir, como mínimo, algunos de los consejos más básicos a la hora de hablar correctamente en público.
1.- Aprender a argumentar y refutar.
Si bien muchas personas relacionan directamente la oratoria con la parte más formal o externa del mensaje, lo más complicado e importante es aquello que queremos transmitir. Salvo que tengas un gran pánico a hablar en público (glosofobia), es relativamente sencillo y rápido aprender a hablar frente a decenas de personas de forma fluida y formalmente correcta. Sin embargo, argumentar correctamente es una tarea realmente compleja y que debe trabajarse concienzudamente.
La refutación y argumentación son la base de cualquier discusión o debate y, por muy bien que sepamos exponer un mensaje, si éste no resulta elocuente y/o presenta fallos argumentativos, es difícil que consiga persuadir a nadie. Trabajar la estructura y composición de los argumentos, los nexos causales y las falacias más comunes nos servirá para ser capaces de ganar la mayoría de las discusiones que tengamos en nuestro día a día.
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2.- Lenguaje no verbal
Sobre el lenguaje no verbal no sólo es que se pueda escribir un libro exclusivamente sobre ello, sino que, de hecho, ya se han escrito cientos. No obstante, pese a la complejidad que puede revestir y lo mucho que se puede profundizar, hay una serie de “trucos” o consejos básicos que son muy sencillos de aplicar y que, una vez dominados, te permitirán tener una gran solvencia formal a la hora de comunicar.
- Mirada: a la hora de dirigirte al público es esencial que distribuyas la mirada entre todos los oyentes. Si estás en una reunión con pocas personas, asegúrate de mirar a cada uno de los interlocutores; si hablas frente a un gran público, dirige la mirada a las diferentes zonas que lo compongas -puedes utilizar un barrido e ir parándote en distintos sectores, uno a uno-.
Si bien hay que ir mirando a las distintas personas, no cambies la mirada de forma rápida y constante. Lo ideal es ir acompasando estos cambios de mirada con las pausas verbales. Tan incorrecto es mirar solamente a una persona durante todo el discurso como ir cambiando la mirada cada dos segundos.
- Gestos: posiblemente sea la cuestión más compleja y a la vez sencilla de todas. La clave reside en la naturalidad y el equilibrio. Todos aquellos gestos que no hagamos con naturalidad generarán rechazo en los oyentes. Así mismo, hay algunas personas que, de forma natural, o bien realizan gestos demasiado llamativos o estridentes, o, por el contrario, no gesticulan en absoluto. En esos casos, y siempre dentro de la naturalidad, se deberá trabajar la adecuación y adaptación de nuestra forma de gesticular cuando hablamos.
Algo que debe observarse con atención es si, cuando exponemos en público, tenemos algún tipo de “muletilla” gestual. Las más comunes son tocarse el pelo o la cara o agarrarse los brazos/manos. Este tipo de gestos transmiten inseguridad y nerviosismo y suelen distraer a los interlocutores.
- Postura: al igual que con los gestos, lo ideal es adoptar una postura natural. Hay que tener especial precaución con este aspecto ya que, una postura extremadamente exagerada o distendida puede causar una mala impresión en el oyente, e incluso desviar su atención. Deberemos buscar el equilibrio entre lo rígido y lo relajado, tratando de transmitir una sensación de seguridad. Si el interlocutor está seguro de lo que habla, el mensaje gana en credibilidad.
- Control del espacio: cuando el espacio es relativamente amplio y el discurso se da de pie, es un error muy común el no moverse durante todo el discurso del lugar donde se ha empezado. Para dominar el espacio y generar una sensación de control, se debe distribuir el espacio correctamente el espacio e ir moviéndose de una forma natural y relajada, tratando de evitar tintes de agresividad o movimientos extraños.
También hay que evitar realizar el coloquialmente denominado “movimiento baldosa”, que consiste en quedarse en un punto fijo y balancearse de adelante a atrás o de un lado a otra, pasando “de una baldosa a otra” pero sin llegar a dar un paso. Esto es muy común cuando se carece de experiencia y se está nervioso.
Un método que mucha gente experimentada utiliza es realizar un movimiento en “V”, marcando 3 puntos imaginarios en el espacio disponible y trazando esa “V” a través de los mismos.
3.- Lenguaje verbal
Siempre que hablamos del lenguaje verbal, debemos tener en cuenta varias cuestiones que pueden pasar desapercibidas pero que resultan esenciales para que el mensaje sonoro sea limpio, claro y capte la atención del oyente.
- Modulación: es muy importante saber modular el discurso, para así evitar la monotonía y, por tanto, que el oyente no se aburra. Como regla general, cuando se expone, no todas las ideas son igual de importantes, sino que existen varios conceptos clave que deben calar en el público que escucha; para conseguirlo es de vital importancia realizar cambios de tono (sin resultar exagerados), puesto que así captaremos la atención del oyente con más facilidad.
- Tono de voz: al hilo de lo anterior, es esencial saber adecuar el tono de voz en función de la sala en la que te encuentres, el número de oyentes que tengas y el discurso que quieras dar. Como es lógico, no es conveniente utilizar el mismo tono de voz cuando nos encontramos frente a un gran auditorio, en una sala espaciosa que cuando estamos en una negociación con un compañero en un espacio pequeño. Para ser correctos en nuestro tono de voz también deberemos fijarnos en la acústica del lugar donde nos encontremos y si contamos con micrófono. Por ejemplo, si estamos al aire libre es conveniente alzar más la voz para que el público capte el mensaje con claridad y no deje de prestar atención.
- Muletillas y onomatopeyas: por lo que respecta a las onomatopeyas no buscadas, hay que evitarlas a toda costa. Hay pocas cosas que causen peor impresión y distraigan más un orador que, cada vez que habla, comienza su discurso diciendo “eeeee…”. Las muletillas también pueden jugar en nuestra contra ya que, inconscientemente, si el oyente se percata, no podrá evitar prestar más atención a la propia muletilla que al discurso.
Por ello debemos centrarnos en lo que vamos a decir y en como lo vamos a decir, cuanto más preparado tengamos el discurso y más nos concentremos a la hora de hablar, mejor lo expondremos. Y, en todo caso, si necesitamos parar un segundo y pensar antes de hablar, siempre es mejor hacerlo en silencio que utilizando sonidos guturales o “muletillas”.
4.- Resumen
En resumen, para que todo lo anterior salga bien y seamos capaces de argumentar y refutar correctamente y dominar el lenguaje verbal y no verbal lo esencial es tener bien preparado el discurso. La preparación da tranquilidad y seguridad, y nos permitirá centrarnos más en la forma en que nos expresamos. Si el discurso no está lo suficientemente preparado, es más probable que, a parte de causar una peor sensación al oyente por el contenido, nuestra propia inseguridad nos haga fallar en elementos básicos como son el lenguaje verbal y no verbal.
Además, es muy importante exponer de forma clara y ordenada, ya que, de lo contrario, crearemos un discurso confuso y difícil de seguir que desembocará en la pérdida de atención del oyente.
Por otra parte, debemos marcarnos siempre como objetivo la naturalidad. Las artificiosidades y pomposidades desvían la atención del oyente. Lo que realmente perseguimos es que nuestro mensaje le llegue de forma clara y adecuada, para que así pueda comprender fácilmente la idea que se está transmitiendo y -en su caso- consigamos persuadirle.
Por último, cabe decir que es esencial disfrutar del camino y tolerar aquellos momentos en que las cosas no salen como uno espera o te sobrepasan los nervios. Como en cualquier ámbito de la vida, se debe ser paciente y constante, ya que cuanto más practiquemos y nos formemos, mejores oradores seremos.
Finalmente, ¿dónde puedo mejorar mi oratoria?
Con independencia de que seamos estudiantes o profesionales del sector legal y de que tengamos veinte o setenta años, siempre es buen momento para que mejoremos nuestras habilidades comunicativas. Para ello, tenemos varias opciones, todas ellas igual de válidas.
- Cursos de oratoria
La primera forma -y más convencional- de aprender a hablar en público es apuntarnos a algún curso específico de oratoria. Este curso no tiene que estar necesariamente enfocado al sector legal, puesto que las cuestiones básicas de la comunicación son comunes a todas las ramas profesionales.
Podéis encontrar multitud de cursos online gratuitos, si bien siempre será recomendable que en algún momento deis el salto a la presencialidad. A modo de ejemplo -y barriendo un poco hacia casa- os dejamos los enlaces de las jornadas formativas que organizó la Agrupación de Jóvenes Abogados de las Islas Baleares (AJAIB) con el compañero Daniel Formoso, tituladas “Oratoria Procesal”. Son totalmente gratuitas y de libre acceso:
- SESIÓN INAUGURAL Y ORATORIA PROCESAL: I. LA PREPARACION DEL PLEITO.
- ORATORIA PROCESAL: II. LAS TÉCNICAS DE COMUNICACIÓN.
- ORATORIA PROCESAL: III. LAS TÉCNICAS PROCESALES. EL ALEGATO.
- ORATORIA PROCESAL: IV. LAS TÉCNICAS PROCESALES. EL INTERROGATORIO.
- ORATORIA PROCESAL: V. ASPECTOS CLAVES DE LA NEGOCIACIÓN.
- Clubes o asociaciones de debate
Otra forma de aprender a comunicar de formar más eficaz y practicar la oratoria es apuntarse a un club o asociación de debate. Este tipo de asociaciones o clubes suelen ser más populares en el ámbito académico/universitario, pero no solamente se circunscriben a este ámbito. Por ejemplo, existe la plataforma “TOASTMASTERS INTERNATIONAL”, dónde semanalmente se reúnen sus miembros para formarse en este ámbito. En su página web www.toastmasters.org podéis encontrar toda la información.
Dentro de estos clubes o asociaciones suele haber personas con intereses, niveles y capacidades distintas, pero todas ellas tienen un objetivo común: mejorar su oratoria. Esto, sumado al carácter eminentemente práctico que les caracteriza, convierte dichos espacios en una herramienta clave para aplicar la teoría que previamente hayáis aprendido.
En conclusión, dentro del sector legal, la oratoria cada vez adquiere más relevancia y supone un elemento definitorio en las habilidades de los profesionales. Dominar la comunicación y sentirse cómodo y seguro a la hora de realizar un alegato en sala o una presentación ante un cliente marca la diferencia en uno de los sectores laborales más competitivos. Por ello, ya seas estudiante o abogado, potenciar tus habilidades comunicativas siempre será un acierto -y dentro de poco, una exigencia-.
Iván Bellod Díaz y Luís García Rozalén, Ramis Abogados.
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