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Hablando se entiende la gente

AD 55/2018

Hace años me consideraba una persona más bien de ciencias. Ahora creo que He aprendido a disfrutar con otras ramas del saber. Lo que nunca me hubiera imaginado es que terminaría interesándome por el lenguaje.

Sí, el lenguaje; otra institución social, evolutiva y memética como el derecho, tal y como comentábamos en mi entrada anterior en este blog. Y es que el pobre pasa muy desapercibido, pero tengo la intuición de que esconde bastante más miga de la que podría aparentar.

Por eso me he propuesto investigar el tema un poco, escribiendo este artículo que pretendo sea introductorio de otro, a través de múltiples preguntas sobre el lenguaje para finalmente acercarlo al derecho y a la economía. Así, querido lector, no espere aquí respuestas pues únicamente pretendo plantear mis dudas y mis intuiciones o propuestas, investigar algunos textos y tratar de concluir algunas ideas o, al menos, tratar de centrar algunas preguntas y ponerlas en relación con determinadas teorías jurídicas.

Pero para que puedan entenderme bien (hablar sobre el lenguaje con lenguaje no es fácil), permítanme contarles como fue surgiendo en mí lo que considero -de momento- la pregunta central.

En primer lugar, tuvo mucho que ver un conjunto inconexo de ideas o marcos mentales que considero muy adecuados, adquiridos principalmente escuchando charlas de Francisco Capella. Irán saliendo a lo largo del tema, pero por aportar un esquema inicial:

  • Probablemente, la única forma de describir correcta y completamente la realidad sea la realidad misma.
  • ¿Realidad continua o discreta? Independientemente de la respuesta, en nuestro andar cotidiano resulta extremadamente útil considerar TODO como una variable continua frente a discreta o binaria (realidad vs concepto como abstracción perfecta, aislada y, probablemente, imposible). No se es hombre o mujer, no se está casado o no se está. Extremos imposibles o conceptos con límites difusos a los que las entidades se parecen más o menos. Se debe profundizar en el grado, en la concentración de la distribución, y/o en lo adecuado de la escala. Ello además permite luchar contra sesgos propios y descubrir los ajenos con mayor facilidad.
  • La complejidad emerge desde abajo. Sistemas complejos se juntan (más o menos o de maneras más estables o menos) formando sistemas complejos de orden superior. Y estos se vuelven a juntar formando…
  • La ciencia estudia causalidades. Y una ciencia concreta estudia sistemas complejos, la relación entre las partes y el todo, partir del comportamiento individual y explicar el grupal (o al revés); correspondiéndose el grupo, con el individuo del nivel de complejidad superior estudiado por la siguiente ciencia. Ej: química, átomos-molécula; medicina, órganos-cuerpo; economía, individuo-sociedad…
  • Dentro de una entidad (elementos-sistema), existe una tensión constante entre individuo y grupo, entre la agregación y la desagregación. Además, por simple combinatoria, a medida que aumente la complejidad, muy probablemente también irá aumentando la cantidad de sistemas teóricamente posibles que se pueden formar volviendo más difusas las fronteras entre ellos (Ej: 1 cuerda, 3 partículas subatómicas, 100 elementos químicos, 30.000 moléculas, …, tropecientas formas de vida…).
  • Dentro de una entidad (elementos-sistema), existe una tensión constante entre free riders y no free riders, entre gorrones y gorroneados, entre contingentes y necesarios, entre posibilitados y posibilitadores.
  • A medida que aumenta la complejidad, parece que las entidades se vuelven más ‘sensibles’ (inputs diferentes producen outputs diferentes) al entorno. A medida que aumenta la complejidad, parece que la parte del entorno más determinante son las otras formas de complejidad. Para un ser humano, lo más importante (lo que más afecta) del entorno es otro ser humano. El ser humano es ‘hiper-social’.
  • La competencia y la cooperación son dos caras de la misma moneda. Cooperas con unos para competir con otros. O compites con otros (fuera del grupo) porque cooperas con unos (dentro del grupo).
  • Competencia perfecta debe entenderse como proceso estabilizador y dinámico (como un muelle) frente a entenderla como resultado estático. El mercado nunca está en equilibrio.
  • La razón (y el lenguaje) surge principalmente para ‘dar y pedir razones’, para influir en los demás. Que también ayude a entender la realidad es algo, como mucho, derivado, colateral, contingente.
  • El agente actúa intencional o no intencionalmente. La acción, al menos la intencional, se basa en fines y medios, en preferencias y en información (cierta o falsa) sobre cómo alcanzarlas. Pero la información tiene un coste. Y conseguir esa información es una forma más de acción basada en ‘pre-información’, indicios o intuiciones sobre su valor. Actuar parece un proceso autorreferente (actúo porque he actuado anteriormente y para actuar posteriormente) y ‘preferencias’, la forma de encapsular esa cadena (aparentemente) infinita de fines y medios o la forma de delimitar la parte intencional de la cadena (fines-medios) y la no intencional (acción-reacción).
  • “Te puede gustar comer mierda, pero no te va a gustar mucho tiempo”. Las preferencias no son aleatorias.

Algunas ideas habrán quedado claras y otras no. No es cuestión de extenderme aquí sino allá donde las necesitemos aplicar.

El segundo punto que desencadenó la pregunta principal fue este video (https://youtu.be/fsZ18QP7yYQ?t=26m34s) de Ernesto Castro en el que explica que la palabra ‘vida’ o, mejor dicho, la parte de la realidad a la que hace alusión nuestra actual palabra ‘vida’, era aludida antiguamente con 3 palabras distintas, a saber (las palabras están escritas como las pronuncia Ernesto en el video, no se escriben así, es griego antiguo):

  • ‘Bios’: Vida orgánica, biológica, bacterias. Ej: Puede haber vida en otros planetas.
  • ‘Zoé’: Vida animada, narrada, biográfica, mis experiencias. Ej: En mi vida he visto algo así.
  • ‘Aion’: Vida como duración de un ente cualquiera, nacimiento-muerte, comienzo-fin, ciclo, tiempo vital. Ej: Las estrellas tienen una vida de millones de años.

Esto me hizo preguntarme sobre las causas por las que esas 3 partes distintas de la realidad se habían terminado ‘empaquetando’ en el mismo concepto. ¿Será porque comparten ciertas relaciones o analogías? ¿Y por qué estaban antes separadas? ¿Tendrá el lenguaje más conocimiento oculto del que pensamos? ¿Podemos descubrir parte de ese conocimiento oculto estudiando el lenguaje pasado?

Esta última cuestión ya fue el colmo. Yo siempre he detestado el típico comienzo de una definición: Del latín tal, ‘x’, y cual, ‘y’. ¡Qué horror! ¿Pero qué más me dará lo que significaba o de dónde venga el término? Pues ¡zas, en toda la boca! como se dice coloquialmente…

En fin, hasta aquí ya casi tenemos la pregunta en la lengua (nunca mejor dicho). Pero el último factor es importante para terminar de sacarla. Y este no es más que unas cuantas discusiones, lecturas de textos e intercambios de ideas que he ido teniendo con gente que no piensa como yo. Y este acercamiento lo intenté (e intento) llevar a cabo con toda la humildad que puedo. Intento entender lo que dicen y evaluarlo.

Si no me gusta, intento coger lo que dicen y reinterpretarlo o re-expresarlo de una forma que me guste más o que crea más correcta como descripción de la realidad. Como considerar cualquier enunciado correcto (o falso) y resolver la ecuación, encontrar, delimitar, matizar o concretar los significados que hacen a los significantes verdaderos. Como considerar que la realidad es la contraseña, la clave, lo único común, que nos permite descifrar el mensaje. A veces ni con esas lo consigo. Y el último intento, o a veces ya como despedida, intento entender cómo es posible que estén tan equivocados. Como alguien que dijera algo muy absurdo: “el cielo es rojo”. Más allá del error, no sería interesante entender cómo es posible o qué está percibiendo esa persona para decir algo que a nosotros nos parece tan absurdo.

A este último punto no suelo llegar o llego muy de pasada. Me suelo quedar en el de reinterpretar lo que dicen de una forma que me guste más (sí, me invento lo que decís, oigo lo que quiero oír, pero ese no es el tema). Y es que casi cualquier idea que he escuchado, está basada, se fundamenta o hace hincapié (más o menos) en una parte de la realidad. Y a su vez, también cualquier idea, desprecia o no describe completa o correctamente algunas partes de la realidad sobre las que trata.

La cuestión no es baladí. Si todas las ideas tienen parte de acierto y parte de error, entonces la ‘verdad’ (o veracidad, mejor dicho) se convierte en una cuestión de grado y no en algo binario verdadero-falso (aunque en nuestra mente lo parezca). Lamentablemente, el grado se presta a ser más subjetivo. ¿Y cómo actúa esa subjetividad de grado? En mi opinión, a través del lenguaje, de la semántica más concretamente o del significado de las palabras, de las partes de la realidad a las que aluden.

Y eso es lo que he ido descubriendo a base de leer a los ‘otros’, que lo que ellos entendían por un concepto, no era exactamente lo mismo que entendía yo! Y desde luego no soy quien para decir que por un concepto se debe entender tal cosa o tal otra.

Los marxistas (https://rolandoastarita.blog/2018/05/03/los-austriacos-y-la-reduccion-a-sustancia-comun/), por ejemplo, no se refieren (exactamente) a lo mismo que los austriacos (http://juanramonrallo.com/2012/07/cinco-malas-criticas-a-la-teoria-subjetiva-del-valor/) cuando hablan de ‘valor’.

Los primeros le asignan un significado más objetivo, de grupo; algo es valioso para la sociedad. Mientras que los segundos prefieren asignarle una perspectiva subjetiva, individual; algo es valioso para alguien. Los primeros, hacen hincapié en que, sin trabajo, sin tiempo, no hay posibilidad de que exista ningún bien valioso; mientras que los segundos resaltan que, sin sujeto, sin una mente con preferencias, tampoco se puede hablar de valor.

Hasta aquí no se puede decir que ninguno esté equivocado, simplemente hablan de cosas (algo) distintas. Pero ambas partes de la realidad existen. La cuestión en todo caso será ¿qué les ocurre a las conexiones entre conceptos relacionados (y al significado de estos conceptos) según elijas una opción u otra? ¿Cómo se relacionan valor y precio (o qué significado debe tener precio para mantener las relaciones) según escojamos uno u otro significado para valor? ¿Y qué esquema mental es más adecuado para aproximarse a la realidad? No son los significantes que expone el otro los que están mal, sino los significados que asigna uno (y sus conexiones) que son más o menos adecuados.

Esto inmediatamente me recuerda al paradigma de competencia perfecta en el que, si bien existen fuerzas que empujan al equilibrio, también hay otras (más pequeñas en media) que empujan en contra (o desplazan el equilibrio). Por eso los mercados jamás están en equilibrio. Y exactamente igual, los conceptos, las palabras, jamás aludirán exactamente a la misma parte de la realidad para todas las personas. Los conceptos también se negocian, se acuerdan o pactan, se intercambian, se consumen, se producen, se venden y se compran. Los conceptos también compiten y cooperan entre ellos, se complementan y se superponen, se interrelacionan, se combinan, se fusionan y fisionan, se juntan y separan, se especializan y se vulgarizan, se crean y entran en desuso. E incluso también se intentan organizar centralizada o racionalmente (RAE, esperanto…).

Además, este proceso se da a la vez a distintas escalas, cooperando y compitiendo entre grupos (jergas, idiomas, formas de comunicación…). Por eso los conceptos son dinámicos. Siempre habrá hincapiés sobre partes, connotaciones o matices distintos. Y de ahí el título de esta serie de artículos. Hablando se entiende la gente, y cuanto más se hable, más se entiende.

Y esto finalmente desemboca en la pregunta central de este primer artículo. ¿Por qué las palabras aluden a unas partes de la realidad y no a otras? ¿Por qué empaquetan la realidad de esa forma y no de otra? ¿Por qué establecen esas fronteras (entre lo que es y lo que deja de ser un concepto) y no otras? ¿Por qué, por ejemplo, tenemos x palabras para expresar colores y no el doble o la mitad? ¿Cuál es la frontera entre un color y otro y por qué la ponemos ahí? ¿O por qué no existe una relación unívoca entre las palabras de 2 idiomas?

Empezaba diciendo que el lenguaje es una institución evolutiva memética, al igual que el dinero o el derecho. Pero aparte de explicar el proceso, con el dinero o con el derecho podemos racionalizar por qué un dinero termina imponiéndose sobre otro o por qué los derechos de propiedad coordinan mejor que otra norma. Es decir, podemos ver (a posteriori al menos), de todas esas posibilidades evolutivas, dónde se encuentran más o menos los atractores, los puntos de gravedad, hacia donde se tiende. Con el lenguaje no, no lo veo yo al menos o no he escuchado la respuesta.

Hasta aquí la cuestión queda más o menos planteada. Y en este punto, y sin tener ni idea de quién o qué rama ha estudiado estos temas, decidí escribir a Capella y plantearle la cuestión (https://intelib.wordpress.com/2009/09/09/logica-realidad-y-lenguaje/). Paco me facilitó un montón de bibliografía, así como la palabra clave que debo pedirle a Google: «filosofía del lenguaje». Señalaré a final de artículo una lista de los textos o ideas que me recomendó y que he ido añadiendo. En futuros artículos espero ir comentándolas. Si alguien tiene alguna sugerencia, proposición, idea, hipótesis, matización, crítica… ¡los comentarios son bienvenidos!

¿Qué ideas espero que toquen estos textos? ¿Sobre qué puntos me gustaría alcanzar conclusiones?

En primer lugar, espero que cualquier conclusión sea compatible con la idea del lenguaje como algo evolutivo memético. Un poco como el principio antrópico: cualquier explicación de la realidad debe ser compatible con el hecho de que alguien se esté preguntando cómo es la realidad. Cualquier explicación que se pretenda dar sobre el lenguaje debe ser compatible con el hecho de que usemos el lenguaje. No vale decir que el lenguaje surge para comunicarnos o para describir el mundo. Yo ya veo qué es lo que nos posibilita, en primera derivada, hacer el lenguaje.

Habría que explicar por qué necesitamos comunicarnos o describir el mundo. O por qué esa habilidad (surge evolutivamente) es la única o la mejor forma de conseguir estructuras estables más complejas. O por qué es lógico (y necesario) que de estructuras simples surjan estructuras complejas y lenguaje. Es decir, ¿cómo se relacionan el hecho de que el lenguaje surja para jugar a lo de ‘dar y pedir razones’, para influir en los demás y que además nos permita comunicarnos o entender y describir el mundo?

Otra idea sería la del free rider, el gorrón. Entender toda la cadena trófica, toda la vida, toda esa complejidad que emerge desde abajo, desde los átomos (o las cuerdas o donde sea), y va formando sistemas complejos estables que se juntan formando sistemas más complejos… como una cadena (o pirámide) de free riders, es decir, como que los sistemas complejos de orden superior ‘gorronean’ a los más simples. O, dicho de otra manera, el hecho de que existan sistemas de orden inferior es lo que posibilita que puedan ‘vivir’, existir, perdurar, sobrevivir, sistemas complejos de mayor orden. Sin arboles no podríamos vivir, pero ellos sí podrían vivir sin nosotros.

¿Podría este marco mental explicar que las tensiones evolutivas vayan dirigidas a ‘entender’ cómo funcionan los sistemas de orden inferior, a explotarlos o aprovecharse de ellos de forma más eficiente? ¿Es porque estamos en la cúspide de la complejidad, porque somos el mayor free rider de todos y nos afecta o dependemos de toda la complejidad inferior; por lo que necesitamos (para ser estables) responder de maneras diferentes a situaciones diferentes, modular nuestro comportamiento ante pequeños cambios en el entorno, adaptarnos a toda esa complejidad inferior, ser los más ‘líquidos’? ¿Puede esto explicar el surgimiento de la razón? ¿Y del lenguaje? ¿Y del derecho?

¿Cómo se relaciona el lenguaje con los focos de complejidad? Es decir, si muchas moléculas pueden estar más o menos interrelacionadas o con interrelaciones más o menos estables, frecuentes…, formando grupos de moléculas que perduran (manzana) más que otros (sin significante); ¿es el hecho de que formen estos sistemas (que perduren, estables…) por lo que surge la necesidad de asignarles un significante? ¿Está el vocabulario concentrado en estos focos de complejidad, en estas estructuras estables que observamos con cierta continuidad?

¿Allí donde las partes, los elementos, forman un sistema, un todo estable y cohesionado, un típico objeto con continuidad, común, repetido en el tiempo y espacio; es donde surge la necesidad de asignarle una palabra? ¿O es allí donde las interrelaciones no son obvias, donde del comportamiento de las partes no se deduce automáticamente el comportamiento del todo? ¿Es para referirnos a aquellas partes de la realidad donde no existe una causalidad tautológica y sin embargo disponemos de un conocimiento empírico sobre su comportamiento (sé cómo se comportan las neuronas y sé cómo se comporta el cerebro, pero no sé cómo puede el comportamiento neuronal producir el comportamiento cerebral, falta nexo causal o hay nexo causal no obvio), que nos conviene almacenar ese conocimiento en algún lado, empaquetarlo, asignarle un significante (neuronas-cerebro)?

¿Significa lo anterior que hay un gran deposito de conocimiento, de causalidades empaquetadas (como un libro con las esquinitas dobladas señalizando dónde hay más trama), en el lenguaje? ¿Aprende entonces un niño más sobre la realidad en los 5 primeros años de vida que en el resto?

¿Qué pinta la inteligencia en todo esto? ¿Es la inteligencia o la capacidad de razonar, directa o inversamente proporcional a la cantidad de vocabulario de una lengua? ¿Cuanto más inteligentes somos, más vocabulario necesitamos para describir todo lo que podemos llegar a conocer empaquetando la realidad en ‘cajitas’ más pequeñas? ¿O cuanto más inteligentes somos, más capaces somos de hacer analogías e inferencias entre partes de la realidad y menos vocabulario necesitamos pudiendo utilizar ‘cajas’ más grandes? ¿Podría una raza futura superinteligente tener solo una palabra y deducir o comprender de ella toda la realidad? ¿Es ‘mejor’ que tengamos más palabras, que se separen, se dividan o se escindan; para poder aludir o hacer hincapié en cada vez más detalles de la realidad? ¿O es ‘mejor’ que tengamos menos, que se junten, se agrupen las partes de la realidad relacionadas en torno al mismo concepto (como hemos visto con la palabra ‘vida’); para poder tener algo así como analogías automáticas? ¿Se podría con ‘bien’ y ‘mal’ empaquetar toda la realidad?

¿Dándole la vuelta a lo anterior, es nuestra capacidad de razonar la que termina moviendo el lenguaje o es el lenguaje el que determina nuestra capacidad de razonar? ¿Cuanto más inteligentes somos, más (o menos) vocabulario necesitamos? ¿O cuanto más (o menos, o más adecuado) vocabulario tenemos más inteligentes o de más capacidad de razonar disponemos? ¿Existe algo así como un número de Dunbar para el lenguaje, algo en nuestro cerebro que determine o limite cuánto o cómo debe ser nuestro vocabulario?

Y cómo surgen nuevas palabras? ¿Cómo empaquetamos partes de la realidad a las cuales hasta el momento no hemos necesitado referirnos? ¿Creamos nuevos conceptos cuando son necesarios? ¿Escindimos antiguos? ¿Combinamos?

¿Cómo evoluciona el lenguaje? ¿Cómo cambia (o por qué lo hace) la realidad que encapsula un concepto, el significado? ¿Qué relación tiene la realidad a la que alude un concepto con los sesgos y las heurísticas? Qué relación tiene con la razón? ¿El lenguaje condiciona el pensamiento?

¿Y una vez tenemos empaquetada la realidad y conocemos también los fonemas de que disponemos; cómo asignamos una de esas partes de la realidad a un fonema concreto (o conjunto de ellos)? ¿Arbitrariamente? ¿Pura convención? ¿O hay algo más? ¿Qué papel juega la memoria en esto?

¿Y por ultimo, por qué parece que nos refiramos solo al lenguaje hablado? ¿Y el escrito? ¿Simbólico? ¿Cómo asignamos los fonemas a las letras? ¿Y los números a los números? ¿Por qué usamos un sistema decimal y hexadecimal? ¿Y otras formas de comunicación? ¿Qué papel juegan? ¿Colores (semáforo)? ¿Gestos (sacar el dedo)? ¿Lenguaje de signos? ¿Sonidos (ambulancia)? ¿Entonación? ¿Olores (colonia)? ¿Imágenes (cuadro)? ¿Tacto (braille)? ¿Expresiones faciales (sonrisa)? ¿Por qué tenemos tantos músculos en la cara? ¿Es la propia acción una forma de comunicación? ¿Señales honestas costosas? ¿Ataques disuasorios?

Y estas y otras cuestiones que vayan surgiendo son un poco las cosas sobre las que me gustaría investigar. Me dispongo a emprender esta aventura, de largo plazo, sin presión, que no tengo muy claro dónde desembocará o si se quedará inacabada, pues soy muy dado a hacer analogías forzadas (aunque mi mujer lo llama irse por las ramas) y a dejar cosas a medias cuando un análisis oportunidad-coste-beneficio así lo sugiere.

Aquí queda de momento este primer artículo a modo de introducción, planteamiento del problema, un poco de divagación y orientación en el camino a seguir. Os propongo que os unáis, comentéis o incluso leáis alguno de los libros y nos mandéis vuestro propio resumen/opinión sobre ellos. Por supuesto, si ya habéis leído alguno (de los de abajo o parecidos), estáis obligados a comentar porque aquí, de momento, ¡todo son preguntas!

Un pequeño apunte final

Con todo lo anterior no he querido expresar que la realidad sea distinta, o que las normas que gobiernan la realidad sean relativas. La realidad puede ser una, pero la forma de apreciarla subjetiva y la forma de comunicarla incompleta.

Tampoco he querido dar a entender que no pueda hablarse de correcto o incorrecto, ni que no pueda uno intentar expresarse con rigor, o definir, delimitar los conceptos con los que se trata. Podemos hablar de correcto e incorrecto, pero entendiendo que algo incompleto no será ninguna de las 2 (aunque pueda estar más cerca de una que de otra). Podemos hablar de un acercamiento valido, explicativo, útil, adecuado, más o menos. Podemos hablar con más rigor, exponiendo los significados de los conceptos con los que tratamos y asegurándonos que nuestro interlocutor los acepta y los comparte.

Tampoco creo que deba hacerse un uso liberal o arbitrario del vocabulario. Hacerlo un poquito puede estar bien, pero si te pasas la comunicación se rompe.

Lo que quería expresar con todo esto y que quiero plantear a mis colegas juristas es, cómo se compatibiliza la ambigüedad inerradicable del lenguaje con una de las ciencias donde menos ambigüedad y más estabilidad necesitamos, el derecho?

Antes comentaba que no se es hombre o mujer o que no se está casado o no se está. A un jurista esta segunda debería importunarle. !Pues claro que sí, o estas casado o no lo estas! ¿Seguro? Hay falsos dilemas por todas partes…

¿Qué significa estar casado? Me vas a dar una definición, la que sea, no importa. De esa definición, voy a coger otra palabra y te voy a volver a preguntar qué entiendes por ella. Al final, después de haber recorrido medio diccionario, me darás alguna definición circular o caerás en la tentación de señalarme un caso concreto, real.

También podría empezar a ponerte ejemplos de matrimonios variando las interrelaciones que tienen las dos personas. Solo dos personas o valen más, viven juntas o no, tienen hijos o no, relaciones sexuales o no, vínculos afectivos o no, patrimonio común o no, derechos y obligaciones formalizados o no… ¿cómo de intensos son los vínculos afectivos? ¿Qué significa formalizar? Firma, consentimiento, forma… En algún momento tendrás problemas para determinar si es o no es un matrimonio.

Otra opción podría ser la histórica. Remontarnos a los primeros orígenes de los vínculos afectivos monogámicos e ir avanzando en el tiempo. ¿Cuándo empieza a ser un matrimonio?

Por tanto, ¿de verdad solo hay dos opciones, estar casado y no estarlo?

Ojo, no estoy negando que (1) si llevamos a cabo cualquiera de los 3 procesos anteriores no consigamos mejorar el entendimiento mutuo y conseguir conceptos más compartidos; y tampoco estoy negando que (2) no esté bastante claro cuándo alguien está casado y cuándo no.

Pero (1) que hagamos más comunes nuestros conceptos no quiere decir que podamos igualarlos totalmente; ni (2) el hecho de que esté bastante claro no quiere decir que la realidad sea discreta y que solo haya dos opciones.

La realidad del matrimonio puede estar muy concentrada en ‘focos’ que desde lejos parezcan puntos. Es como un dado cargado, puede salir un 49% de las veces el 1 y un 49% de las veces el 6; pero sigue quedando un 2% distribuido entre el resto de caras (y el número total de caras podría ser infinito)!

En física, si existiera una partícula única, indivisible, a partir de la cual se fuera formando toda la realidad; probablemente sí podríamos hablar en variables discretas (1 electrón, 2 electrones…). Pero para las ciencias sociales, este hecho sería irrelevante. No vamos a andar contando las cuerdas o los electrones para delimitar el matrimonio…

Es decir, este fenómeno tiene una dificultad extra en las ciencias sociales, y es justo en alguna de ellas, donde necesitamos más claridad. Y cómo resuelve el derecho estos problemas de ambigüedades y definiciones difusas?

Alberto F. Bonet me ha recomendado un pequeño paper del profesor Gregorio Robles Morchón en el que se resume la teoría comunicacional del derecho (TCD).

El profesor Robles explica que, para la TCD, el lenguaje constituye el punto de partida para estudiar el derecho ya que todo él, se expresa con lenguaje. También divide el estudio en una introducción epistemológica, y en 3 partes haciendo analogía con las ramas de la filosofía del lenguaje:

  • Teoría formal del Derecho – Sintaxis
  • Teoría de la Dogmática jurídica – Semántica
  • Teoría de las Decisiones jurídicas – Pragmática

El punto que más podría interesar aquí y de cara a futuros artículos es el de la dogmática jurídica o el de cómo debe interpretarse el sistema jurídico.

Y esta es la pregunta que lanzo a mis colegas de adefinitivas a ver si me recogen el guante, ¿qué tiene que decir la Teoría de la Dogmática jurídica sobre todo esto? ¿Qué distintos enfoques hay para resolver o aliviar el problema de la ambigüedad? Y ¿cómo de concentrados están los consensos al respecto?

 

Palma, 15 de agosto de 2018

 

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  • Gregorio Robles Morchón, Comunicación, lenguaje y derecho.
  • Richard Dawkins, El gen egoísta: Las bases biológicas de nuestra conducta
  • Mitchell, Melanie, Complexity: A Guided Tour
  • “Caos: la creación de una ciencia” de James Gleick
  • “Espejo y reflejo” de Briggs y Peat
  • Paul Cilliers “Complexity and Postmodernism: understanding complex systems”
  • El orden oculto: cómo la adaptación crea la complejidad de John Holland
  • El quark y el jaguar: aventuras en lo simple y lo complejo de Murray Gell-Mann
  • Smith, John Maynard & Eörs Szathmáry, The Origins of Life: From the Birth of Life to the Origins of Language
  • von Bertalanffy, Ludwig, General System Theory: Foundations, Development, Applications
  • Investigaciones de Wittgenstein
  • The Tree of Knowledge de Maturana y Varela
  • Steven Pinker, The Language Instinct
  • Everett, Daniel L., Language: The Cultural Tool
  • García-Carpintero, Manuel, Las palabras, las ideas y las cosas: Una presentación de la filosofía del lenguaje
  • Parra, M. (s.f.). La hipótesis Sapir-Whorf. Departamento de Lingüística, Universidad Nacional de Colombia.
  • Sapir, E. (1931). Conceptual categories in primitive languages.
  • Schaff, A. (1967). Lenguaje y Conocimiento. Editorial Grijalbo: México
  • Whorf, B.L. (1956). Language, Thought and Reality. The M.I.T. Press, Massachussetts.
  • David Pérez Chico (coord.). 2013. Perspectivas en la filosofía del lenguaje
  • Frege, Sellars, Brandom: Expresivismo e inferencialismo semánticos
  • Luis Martinez de Velasco. ¿Un nuevo asalto a la razón? : perversión lingüística y cinismo moral en el pensamiento burgués contemporáneo


Diego Costa Garcia

 

Autor: Diego Costa García

Formación: Master en Value Investing de OMMA

Cargo profesional: Middle Officer en azValor Asset Management

3 comentarios en “Hablando se entiende la gente”

  1. Hola Paco, Gracias. Sí, he leído tus artículos sobre Objetivismo y las fuertes discusiones de los comentarios. Quizá debería añadirse un poco de Ayn Rand al tema, sí. Un saludo.

  2. Pingback: Recomendaciones | intelib

  3. Hola Diego, enhorabuena por el artículo y el proyecto. Por añadir una referencia más, útil pero problemática, ahora estoy releyendo Introduction to Objectivist Epistemology, de Ayn Rand, donde trata el tema de la formación y clasificación de conceptos. Saludos. Paco Capella

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