AD 75/2018
3. Nuestros deseos: el pasivo.
3.1. Definir tus objetivos: tiempo y riesgo.
Una vez que tenemos claro cómo es probable que dé las rentas nuestro activo y cómo queremos más o menos consumirlas, deberemos centrar el foco en los momentos que no estén macheados, esto es, que no coincidan en tiempo rentas y consumo.
Por ejemplo, en la figura del apartado anterior, tendríamos el periodo entre 30-65 de exceso de ingreso que nos gustaría trasladar al periodo 65-100 de defecto de ingreso.
Pues resulta que estamos de suerte. Queremos trasladar consumo más de treinta años en el tiempo. Es un largo plazo muy apreciable que nos va a permitir aprovechar los vehículos de inversión más rentables y formar nuestra bola de nieve con el interés compuesto.
Es importante que tratemos de buscar y, si no encontramos generar, los traslados de consumo a más largo plazo que podamos. Recordemos que, a mayor plazo, menor consumo presente tendremos que sacrificar.
Podría darse el caso incluso, de que alcancemos la tan ansiada independencia financiera[i], un momento en el que tenemos todas nuestras necesidades materiales resueltas, y podemos dedicar nuestro activo vida, a tareas ociosas (leer, viajar…), no remuneradas (filantropía), o inciertamente remuneradas (emprendimiento).
Esta situación nos puede parecer muy alejada de la realidad, pero no lo es tanto. Si posponer hoy el consumo de una manzana nos genera 1/15 de manzana anual, y en cuarenta años multiplicamos nuestra inversión por 15; podremos dentro de cuarenta años comernos una manzana al año de forma perpetua.
Figura 7 (elaboración propia)
O también podríamos verlo así: si cada diez años doblo y ahorro una manzana al año durante diez años; el año 11 podré comerme la manzana extra que generó la que ahorré el año 1 (dejando la inicial para que genere otra para el año 21), el año 12 la del 2, el 13 la del 3… y así a perpetuidad.
Figura 8 (elaboración propia)
Esto es un cálculo muy simplista porque no existe ningún activo que nos dé de forma lineal un 7% anual. El activo más parecido sería la renta variable, pero, aunque esta nos dé a largo plazo ese 7%, eso no significa que todos los años nos dé un 7% como veremos más adelante.
Un cálculo más riguroso sería la regla del 4%[ii]. Necesitas un patrimonio de 20-25 veces tus gastos anuales para poder realizar esos gastos de forma perpetua. Por ejemplo, si vives con 20.000 euros anuales necesitarías un patrimonio de 500.000 euros para no tener que volver a trabajar nunca más.
4.2. Concretar tus objetivos: liquidez.
En el apartado anterior veíamos que tenemos que intentar definir, a grandes rasgos, cuáles van a ser nuestros traslados de consumo en el tiempo. Bien, pues esto no es suficiente. Deberemos plantearnos también con qué seguridad queremos hacer esos traslados y no otros. O, dicho de otra manera, qué probabilidades hay de que nuestros deseos sobre cuándo consumir cambien en el futuro.
Si, por ejemplo, tenemos la casa pagada, a nuestros hijos colocados, y un buen seguro médico; muy improbablemente cambiarán nuestras preferencias de consumo en el tiempo. Seremos capaces de concretar esos traslados temporales de forma muy cierta.
Si, por el contrario, nuestra hija tiene veinticinco años y lleva cinco con pareja; quizá deberíamos considerar que necesitemos hacer un gasto imprevisto en pocos años.
Es importante plantearse cuál es nuestro nivel de certeza, de concreción sobre nuestras preferencias temporales de consumo principalmente por tres razones:
- Asumiremos menos riesgo. Tener que rescatar la inversión antes de lo previsto nos puede ocasionar grandes pérdidas.
- Aprovecharemos más nuestra ventana temporal. Mucha gente, por no plantearse realmente cuándo quiere consumir y concretar ese deseo, prefiere tener el ahorro siempre disponible e invierte en productos a corto plazo. Esto es un grave desaprovechamiento de rentabilidad.
- La flexibilidad se paga extra. El hecho de plantearnos nuestra certeza sobre nuestras preferencias de consumo puede mostrarnos que disponemos de cierto margen de maniobra o flexibilidad. E igual que por tener tu ahorro siempre disponible estás sacrificando rentabilidad, por lo contrario, estás llevándote un extra. Si eres capaz de esperar un poco más de lo previsto, tu rentabilidad puede verse aumentada. Es decir, el tener flexibilidad te puede permitir aprovechar mejor las oportunidades que se puedan presentar.
ANEXO: La liquidez como protección frente a la incertidumbre.
La Escuela Austriaca de Economía explica el ciclo económico como una descoordinación intertemporal entre la estructura productiva y la demanda esperada, es decir, entre cómo (y con qué riesgo) la sociedad tiene planificados sus flujos de consumo a lo largo del tiempo y cómo la estructura productiva tiene planificados sus flujos de producción.
Por asentar el concepto, si, como veíamos antes, nosotros llegamos a casa a las 21:00 y deseamos estar cenando a las 22:00 pero nos ponemos a preparar un plato muy elaborado para el que esperamos tardar cinco horas; tenemos un problema. El activo no va a producir rentas (el plato) en el momento en el que el pasivo las demanda (cuando queremos consumirlas).
Esta descoordinación intertemporal que, a priori o a nivel individual no tiene sentido que ocurra (a nadie se le ocurre ponerse a cocinar un plato de cinco horas si quiere comer en una), se explica a nivel agregado como efecto de determinados fenómenos monetarios y bancarios.
Dentro de la propia Escuela Austriaca existen distintas tesis para explicar estos fenómenos. No es cuestión explicarlas todas aquí. Quiero hablar sobre una de ellas: los teóricos de la liquidez o los de la Real Bills Doctrine (RBD).
Frente a las tesis habituales, esta explicación es bastante joven (aunque quizá no sus cimientos) y ha ido cogiendo fuerza en los últimos años. Y es que además tenemos la suerte de que gran parte de sus defensores son españoles (José Ignacio del Castillo, Juan Ramón Rallo, Francisco Capella…).
Cualquiera que desee profundizar en la explicación debería ir al blog de Rallo[iii], al de Capella[iv] o las charlas que tienen en youtube sobre el tema. No es mi intención repetir aquí lo que otros explican brillantemente.
Lo que me gustaría es hacer algunas reflexiones sobre el término ‘liquidez’. La liquidez es un concepto un tanto escurridizo que introducen estos autores para explicar la descoordinación intertemporal.
En una primera aproximación y para que el lector se sitúe, la liquidez la podríamos asemejar a la maleabilidad de los líquidos, la capacidad de algo para adaptarse a cambios. Por ejemplo, si en nuestra casa ponemos biombos en lugar de paredes, tendremos un sistema de habitáculos más líquido. Es decir, si en el futuro queremos cambiar la disposición de las habitaciones, podremos hacerlo con mayor facilidad que si hubiéramos puesto paredes de ladrillo.
Creo que esta es una buena primera aproximación. No obstante, estos autores suelen dar otras que considero casi más una consecuencia de la liquidez que propiamente liquidez. Por ejemplo: spread o margen entre precio pedido y ofrecido pequeño, utilidad marginal cae muy lentamente, invariante de valor…
José Ignacio del Castillo, por ejemplo, la define así[v]: “Liquidez lo vamos a definir como la capacidad que tiene un bien de ser intercambiado en cualquier momento, en cualquier lugar, y en cualquier cantidad, con el menor quebranto posible”.
Rallo es al que más le he escuchado relacionar el concepto a nivel agregado como la liquidez de un banco o la liquidez de la estructura productiva en su conjunto. Y él se aproxima a la liquidez así:
Figura 9 (LECCIÓN 7 – LA TEORÍA DEL INTERÉS Y DEL CAPITAL[vi])
Y Capella suele hablar de invariante de valor[vii].
Quizá esta última sería, a mi entender, la más apropiada. Pero tanto Rallo como José Ignacio, están hablando en términos agregados. Parecido quizá a explicar una teoría de precios sin explicar primero una sobre el valor. No es necesario introducir el intercambio ni la preferencia temporal para explicar la liquidez de los bienes. El desarrollo de Rallo es precioso y las pocas charlas que tiene José Ignacio brillantes. No obstante, considero adecuado tener una fundamentación microeconómica, individual o subjetiva previa del concepto de liquidez. Y solo teniendo lo anterior bien asentado, ver cómo puede esta manifestarse en términos agregados.
Así, toda definición de liquidez que se intente fundamentar en intercambios, precios, spread, stock-flujo, transportabilidad, balances… me parece un error. Y como no he escuchado a estos autores tratar esto en profundidad, he decidido escribir algunas líneas sobre el tema.
Bien, ¿por qué me parece un error fundamentar la liquidez en la preferencia temporal o la aversión al riesgo?
Lo que Rallo quiere expresar en el párrafo anterior es que nosotros valoramos más unos bienes frente a otros pero que esas valoraciones son susceptibles de cambiar. Y ese posible cambio en nuestras preferencias puede resultar en un deterioro más o menos fuerte del bien que estamos valorando.
En eso estoy de acuerdo. Lo que me parece inadecuado es pensar que la única forma por la que nuestras preferencias pueden verse alteradas es por la dimensión temporal o probabilista (incertidumbre). En este sentido me parece que la diferencia entre una manzana hoy y una manzana mañana es la misma que entre una manzana hoy y un plátano hoy. Los tres son bienes distintos, y tendrán tasas de cambio distintas. Haya cambiado lo que haya cambiado, se valoran como medios distintos (diferentes momentos, lugares, certidumbres o propiedades).
De hecho, la preferencia temporal no deja de ser un agregado de valoraciones subyacentes. Es decir, yo no me planteo cuál es mi preferencia temporal y le añado esa prima a la manzana de mañana. Más bien es al revés, como yo valoro X más la manzana hoy, digo que ese X es mi preferencia temporal. La preferencia temporal al final no será más que un agregado de las valoraciones que hago de los distintos bienes a lo largo del tiempo. Pero esas valoraciones no entenderán de tu preferencia temporal. La causalidad es inversa. Mis valoraciones determinan la preferencia temporal y no al revés.
Pero entonces, ¿cómo explicamos la liquidez? Siguiendo a Rallo, diría que la liquidez es una categoría de la acción[viii] al nivel de la utilidad.
Un bien concreto puede servir para alcanzar muchos fines distintos. Llamaremos utilidad a la capacidad de alcanzar el bien más deseado. Fijémonos además que tiene dos dimensiones. Una estrictamente subjetiva (que no arbitraria): nuestras preferencias, la intensidad con la que valoramos el fin; y otra basada en una realidad objetiva subjetivamente apreciada: la idoneidad del medio para alcanzar el fin.
Pues bien, la utilidad que percibimos de un bien puede cambiar según cambien esas partes de apreciación subjetiva. En este punto podemos imaginar una distribución de probabilidades en torno a las distintas utilidades que podemos percibir según cambien las circunstancias. Nosotros percibimos una utilidad concreta, pero somos conscientes que, con mayor o menor probabilidad, esa utilidad puede variar más o menos.
Pues yo llamaría a ese conjunto probabilístico de utilidades: liquidez. Es decir, si la utilidad fuera un punto en una gráfica; la liquidez sería toda la curva.
Rallo por ejemplo lo explica así un poco más abajo:
Figura 10 (LECCIÓN 7 – LA TEORÍA DEL INTERÉS Y DEL CAPITAL[ix])
Pongamos un ejemplo. Supongamos que estamos en una isla desierta y disponemos de recursos como para construir o un martillo o un mensaje de SOS en la arena.
Sin duda el mensaje constituye el medio con mayor utilidad. Lo que más deseamos es salir de ahí y el mensaje es el mejor medio para conseguirlo. No obstante, si ningún avión pasase por las proximidades, nuestro mensaje valdría 0 pues no nos vale absolutamente para nada más. No podemos emplearlo para ningún fin alternativo. Diremos que es muy ilíquido.
Por el otro lado el martillo, nos permitiría como fin más valorado, construir una pequeña choza. Pero lo bueno del martillo, es que es una herramienta muy complementaria (poco específica), capaz de ser empleada para fines muy diversos. Si pensásemos que en algún momento la choza nos puede dejar de ser útil, aún podríamos dar al martillo otros usos. Diremos que es muy líquido.
Tanto la utilidad como la liquidez de un activo determinarán su valor.
Después de este ejemplo tan anecdótico, veamos cómo se puede relacionar esto con los bancos.
Si solo podemos medir la liquidez de un activo a la luz de las demandas de un pasivo, un ejercicio que podríamos hacer es medir la liquidez de una empresa en agregado. Tendríamos en cuenta cuál es la distinta valoración de las rentas que produce según sean distribuidas a los distintos instrumentos de pasivo.
Tuve una discusión sobre este tema el otro día con un amigo. Mi amigo estaba haciendo su trabajo fin de máster sobre Derecho Societario y exponía las dos posiciones, institucionalismo vs contractualismo, decantándose rápidamente por la segunda. Argumentaba que el derecho de sociedades debe tener solo en cuenta el interés de los accionistas. En principio, puedo estar de acuerdo. El problema es que cuando vas a la realidad no está tan claro quién es accionista y quién no.
No es cuestión de liarme con la continuidad del pasivo. La cuestión es que TODO el pasivo es propietario de TODO el activo, es decir, de todas las rentas futuras que produzca. Pero, dentro del pasivo, estos pueden repartirse esas rentas futuras como les plazca, con reglas temporales, de riesgo, condicionadas a eventos, límites máximos o mínimos, garantías… Por tanto, aunque el activo tiene una liquidez dada en función de las demandas del pasivo o de las preferencias sociales, como las rentas que produce no se reparten de forma homogénea, ni la utilidad ni la liquidez será la misma para todos los instrumentos de pasivo.
Así que medir la liquidez de un balance en agregado puede ser un poco complicado y deja fuera cosas interesantes. Además, no es tan sencillo como parece. Es difícil averiguar cómo está valorando el pasivo la posibilidad de impago o de ahorro forzoso. Porque al final si algo está claro, es que el balance siempre está macheado en tiempo y riesgo, es decir, si algo podemos saber es que el pasivo consumirá las rentas cuando el activo las haya producido, ni antes ni después.
Vídeos recomendados:
- Rafael García – La diferencia entre liquidez y negociabilidad de los activos financieros[x]
- I. Castillo – La liquidez, clave para entender el mundo financiero y los ciclos[xi]
- Juan Ramón Rallo – Defensa de la tesis doctoral[xii]
- Francisco Capella – Dinero, deuda, banca[xiii]
Referencias bibliográficas
[i] Josan Jarque – Cómo hacerse rentista y jubilarse a los 43 años teniendo un trabajo normal
https://youtu.be/zNxvTnIkkoA?t=30m3s
[ii] J.I. Castillo – III Jornada de Finanzas personales e inversión
https://youtu.be/nWjJe5fwEqc?t=36m27s
[iii] Blog de Juan Ramón Rallo
https://blog.juanramonrallo.com/
[iv] Blog de Francisco Capella
https://intelib.wordpress.com/
[v] J.I. Castillo – La liquidez, clave para entender el mundo financiero y los ciclos
https://youtu.be/J63LYo9Ezpk?t=5m20s
[vi] LECCIÓN 7 – LA TEORÍA DEL INTERÉS Y DEL CAPITAL
http://juanramonrallo.com/2014/05/leccion-7-la-teoria-del-interes-y-del-capital/index.html
[vii] Francisco Capella – Dinero, deuda, banca
https://youtu.be/OWZyxGM07gI?t=11m29s
[viii] Juan Ramón Rallo – Defensa de la tesis doctoral
https://youtu.be/J0jKzMvemEY?t=3m55s
[ix] LECCIÓN 7 – LA TEORÍA DEL INTERÉS Y DEL CAPITAL
http://juanramonrallo.com/2014/05/leccion-7-la-teoria-del-interes-y-del-capital/index.html
[x] Rafael García – La diferencia entre liquidez y negociabilidad de los activos financieros
[xi] J.I. Castillo – La liquidez, clave para entender el mundo financiero y los ciclos
[xii] Juan Ramón Rallo – Defensa de la tesis doctoral
[xiii] Francisco Capella – Dinero, deuda, banca
Autor: Diego Costa García
Formación: Master en Value Investing de OMMA
Cargo profesional: Middle Officer en azValor Asset Management
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