Skip to content

¿Qué estoy haciendo yo aquí? A cargo de Alfonso de Oleza Llompart

AD 64/2019

Abstract:

Estas breves líneas solo pretenden mostrar la experiencia personal del autor en el ejercicio de la abogacía, y que se resume en la siguiente frase: “Sin pasión no hay Derecho”.

Palabras clave:

  • Pasión
  • Creer
  • Sinceridad
  • Abogacía

“Se acabó” o “Hasta aquí he llegado”. No sé exactamente cuales fueron las palabras que aparecieron en mi cabeza pero sí cual fue el sentimiento: “This is the end” como en la canción The Doors. No era un miércoles diferente, no llevaba un traje diferente, ni estaba trabajando en algo diferente de lo que he hecho durante estos últimos 10 años, ni siquiera las vistas desde el despacho eran diferentes, pero supe que desde ese preciso instante algo había cambiado e iba a dejar de ejercer la abogacía. Me encanta aclarar esto, dejar de ejercer la abogacía no significa dejar de ser abogado, siempre me consideraré abogado porque siempre lo he ligado a algo más que una cuestión laboral: Es una forma de entender la vida, relacionarte con el mundo y, en mi caso, casi una cuestión de sangre.Así que, un miércoles cualquiera de una tarde cualquiera decidí poner fin a mi carrera en el mundo de la abogacía. Quizás quiénes lean estas líneas consideren lo anterior una acción impulsiva, pero esa decisión llevaba fermentando en mi desde hacía mucho tiempo, casi desde que entendí que en mi trabajo (o en las estructuras en las que he trabajado durante toda mi vida) lo que querían de mi o por lo que me pagaban era por la disponibilidad total de mi tiempo en un lugar y espacio concreto. Parece algo obvio que en los trabajos te paguen por tu tiempo (algunos pensarán: “este tío es idiota”. Seguramente los más listos o los que me conocen) pero no es tan obvio cuando todos los factores que rodean o influyen en la utilización de tu tiempo no cuentan, por poner un ejemplo, que la aplicación de la tecnología en el mundo del derecho debería haber ayudado a optimizar y estructurar la forma de trabajar de una manera diferente, me recuerda a una ciudad que ha sido concebida y estructurada para los coches hace un siglo atrás y estando ya en 2019, con la tecnología actual y la que está por venir, se sigue desarrollando pensando en la movilidad urbana según los coches de gasolina. Vuelve la recurrente sensación de: ¿qué estoy haciendo aquí?

Hablando de impulsos, los había tenido muchísimas veces. De rehacer o deshacer mi vida profesional, pero como bien explica André Agassi (los que me conocen saben que soy un gran seguidor del Tenis y no podía faltar una referencia a este deporte, máxime cuando considero que una profesión y un deporte se parecen más de lo que parece):

Nuestras mejores intenciones se ven a menudo obstaculizadas por fuerzas externas, fuerzas que nosotros mismos pusimos en marcha hace mucho tiempo. Las decisiones- sobre todo las equivocadas- crean su propio impulso, y a veces cuesta mucho frenar ese impulso. Incluso cuando prometemos cambiar, incluso cuando lamentamos y nos arrepentimos de nuestros errores, el impulso de nuestro pasado sigue arrastrándonos hacia abajo, por el camino del error.” Open. Memorias” (2009) de André Agassi y J. R. Moehringer. Editorial: Duomo Nefelibata.

Así que pensando en que quizás me esté equivocando “otra vez” y secuestrando la verdad de nuevo, me vuelve a venir la sensación de: ¿qué estoy haciendo aquí?

Son ya varias experiencias en diferentes ámbitos profesionales como abogado in house, como abogado en un despacho tradicional, como asesor jurídico en un fondo de inversión o como asociado en una Big four y siempre la misma pregunta: ¿qué estoy haciendo yo aquí?

¿Debería haber abandonado o reconducido mucho antes? Es posible, pero era necesario saber el porqué tenía que hacerlo y ahí entran en juego tres elementos imprescindibles para mi: la pasión, la sinceridad y creer.

Así que muchos pensaréis que ahora toca desarrollar estos elementos como si fuera el típico manual de autoayuda, y repito esto es una experiencia personal y estoy muy contento de hacerlo en un artículo de una revista jurídica, en donde lo emocional suele brillar por su ausencia. ¿Hay algo menos personal y emocional que la Ley?

De este modo, démosle un poco más de sentimiento al artículo y hablemos de la pasión.

Pasión, casi pasa desapercibida la palabra al principio del escrito, pero me parece el ingrediente indispensable para que cualquier relación profesional funcione, y no hablo de ese tipo de pasión de «Mr. Wonderfulliana», no, hablo de la pasión entendida como esas gotas de picante que le hechas a tu comida y que hacen que ese plato que has comido tantas veces siga teniendo ese punch y ese calor que hacen que cada bocado siga siendo intenso. Si yo tengo esa pasión en otros aspectos de mi vida, si soy capaz de sacar lo mejor y lo peor de mi en, por ejemplo, el deporte, las relaciones personales o en el amor y no lo he notado nunca ejerciendo, me vuelvo a preguntar: ¿qué estoy haciendo aquí?

Repito, para unos será una sensación y para otras un estado mental, pero para mi es la sentimiento de hacer algo que es tu misión y que aunque estés dentro de una mala época tu reflejo en el espejo está satisfecho, diciendo: “En el fondo, me alegro de estar aquí.”

Y está satisfecho porque cree, cree en lo que haces y sientes que puedes hacer esto toda la vida. Porque el ejercicio de la abogacía es un estado personal e interiorizado, es el ojo del tigre que se tiene o no se tiene. Los mejores profesionales que he conocido en mi vida, lo tienen, no puedes explicarlo concretamente, pero lo sientes y como tú, querido lector, no sientas pasión y no creas, es mejor que hagas como yo, seas sincero y te preguntes: ¿qué estoy haciendo aquí?

Seguramente mis compañeros de A definitivas no se esperaban en absoluto este tipo de artículo cuando me pidieron colaborar con ellos, ya que les dije que intentaría mezclar mi nuevo camino, que es la sostenibilidad con mi antiguo recorrido, el derecho. Pero he pensado que no hay nada más sostenible, que empezar una profesión o una idea de vida con los conceptos emocionales claros, ya que son ellos, con la ayuda de la cabeza, los que te guían durante el resto de nuestras vida. Y siendo sinceros, en una profesión en la que hay tantos y tan buenos profesionales mi consejo, o mi carta a un joven abogado como la que escribió mi compañero Sergio Cañellas hace poco aquí en A definitivas, sería simplemente compartir mi pequeña reflexión y experiencia personal sobre esta bonita profesión en la que las diferencias las marca el sentimiento que transmite una palabra más que la marca de un traje o el nombre de un despacho.

Por todo lo anterior y para despedirme, dos últimas consideraciones. La primera, si te has leído carta a un joven abogado, eres buena persona, tienes pasión por lo que haces, y crees en ello me alegro de haberme repetido tantas veces qué estaba haciendo yo allí, por que la profesión ha ganado un buen abogado.

Y la segunda, ha sido un verdadero placer compartir mi experiencia personal con todos vosotros, por lo que si lo que acabo de escribir, no gusta o no es adecuado, o en el peor de los casos no ha hecho reflexionar ni un poco a una sola persona, siempre queda decir una frase de Les Luthiers: “No soy un completo inútil, por lo menos sirvo de mal ejemplo”.

Atte. Alfonso de Oleza Llompart.

En Palma de Mallorca, 17 de julio de 2019



c3b58f82-91d0-4527-ba2c-f1b207fda2b7.jpgAutor: Alfonso de Oleza Llompart, abogado que actualmente está cursando un Máster en Turismo sostenible y TICS. Anteriormente, fue asociado de la firma PwC (PriceWaterhouseCoopers).

Estudió derecho en la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona, motivado por una saga familiar de abogados. Con el tiempo ha tenido la suerte de poder conocer, disfrutar y sufrir, a lo largo de su trayectoria profesional, una amplia variedad de mundos dentro de la abogacía.

Deja un comentario

A %d blogueros les gusta esto: