Abstract:
El presente artículo versa sobre la realidad de la crisis migratoria que se vive en el Mediterráneo. El autor da unas pinceladas sobre la situación en afán de dar al lector una visión general y a la vez concisa de los problemas a los que se enfrentan gran cantidad de personas en su lucha por huir de la guerra y la miseria. Se hace especial hincapié en el papel del Salvamento Marítimo.
Keywords:
-Refugiados
-Derecho Marítimo
-Salvamento Marítimo
-Crisis de migración
-Europa
-Derechos Humanos
-ONU
“Txilek elli yi n taburt a Vava Inouva
Ccencen tizebgatin-im a yelli Ghriba
Ugadegh lwahc elghaba a Vava Inouva
Ugadegh ula d nekkini a yelli Ghriba”
Te lo ruego papá, ábreme la puerta
Oh, hija mía, haz sonar tus pulseras
Rápido papá, tengo miedo al monstruo del bosque,
Lo siento, hija mía, yo también.
La ignorancia es nuestro escudo. Si supiéramos todo lo que ocurre no podríamos vivir. La realidad debe dosificarse, por eso nos vamos de compras, bebemos café y vino, trabajamos de sol a sol y nos vamos de excursión los domingos, para no ver la realidad.
Llegamos a la playa, ha sido una semana dura. Ya es más de mediodía, nos tumbamos en alguno de los pocos sitios libres que quedan. Abrimos una cervecita fresca y charlamos un poco mientras entrecerramos los ojos para no deslumbrarnos con el sol. Nos levantamos acalorados y decidimos ir a chapotear a la orilla, al rato nos damos cuenta de que hay algo en el agua. Es una camiseta infantil muy sucia. Se le habrá perdido a algún niño mientras jugaba, pensamos. Seguimos nadando y charlando sobre temas insignificantes. Subimos un par de Storis a Instagram y nos vamos a casa felices de haber evadido la realidad por un día. Nos hemos bañado en la fosa común más grande del mundo. La camiseta pertenecía a una niña ahogada. Su hermano está solo en un campamento cerca de la frontera Macedonia, a 15 grados bajo cero y sin abrigo. Esta es la realidad. Qué felices somos, nos han llovido muchos likes con nuestra excursión a la playa.

Nuestro Mediterráneo, nuestro luminoso Mediterráneo es el hoyo en el que se hunden definitivamente las vidas de miles de personas cada año. Personas exactamente iguales que las que vemos cada día cuando salimos a comprar el pan o vamos al trabajo. Cuando lo vemos en las noticias pensamos que es una desgracia pero que al menos Salvamento Marítimo y los buques de las ONGs se dedican a rescatarlos. Pero seguimos ciegos, ni los cuerpos de rescate ni los buques privados hacen todo lo que pueden.
Empecemos por analizar la realidad jurídica de los rescates llevados a cabo por embarcaciones privadas, entramos de lleno en el derecho marítimo público. Las embarcaciones privadas, (pesqueros, yates, buques de carga…) tienen el deber de rescatar a los náufragos pero, si lo hacen, se exponen a problemas legales y algunas veces a la ruina de sus armadores. En esta línea, la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982 (CONVEMAR) dispone en su artículo 98.1 que: “Todo Estado exigirá al capitán de un buque que enarbole su pabellón que, siempre que pueda hacerlo sin grave peligro para el buque, su tripulación o pasajeros:
- Preste auxilio a toda persona que se encuentre en peligro de desaparecer en el mar;
- Se dirija a toda la velocidad posible a prestar auxilio a las personas que estén en peligro, en cuanto sepa que necesitan socorro y siempre que tenga una posibilidad razonable de hacerlo.”
Queda manifiestamente claro que el deber de rescate de los náufragos se materializa en un imperativo legal cuya inobservancia debe ser punida. A más abundamiento, el Tratado para la Seguridad de la Vida Humana en la Mar (SOLAS), del cual ya hemos hablado en esta sección del portal, estipula en su capítulo V, regla 33.1 que: “El capitán de un buque que, estando en el mar en condiciones de prestar ayuda, reciba información, de la fuente que sea, que le indique que hay personas en peligro en el mar, deberá acudir a toda máquina en su auxilio, informando de ello, si es posible, a dichas personas o al servicio de búsqueda y salvamento.
Por lo tanto, la obligación es doble: socorrer y avisar. Por contra parte, conocemos casos, algunos de ellos muy mediáticos como el de Open Arms, en los que la justicia europea ha embargado buques que habían rescatado embarcaciones en las que viajaban inmigrantes o refugiados. El pretexto que se esgrime por parte de los estados es que estas embarcaciones rescatadoras contribuyen al tráfico ilegal de seres humanos, siendo acusados en algunas ocasiones de estar incluso compinchadas con las mafias y las organizaciones criminales que se dedican a estos asuntos. Así pues, la ley nos obliga a ayudar y a la vez nos castiga por haber salvado vidas. Solo en derecho marítimo señoras y señores.



Por otra parte, cuando estas embarcaciones privadas avisan a los distintos cuerpos de Salvamento Marítimo y la ayuda se pone en camino, los altos mandos de estas organizaciones, creadas para salvar vidas, suelen retirar a los efectivos alegando que la competencia del rescate recae en los guardacostas de los países del Norte de África. Para realmente entender este punto debemos hacer un inciso y explicar brevemente el sistema utilizado por las mafias a la hora de embarcar a los refugiados.
Primeramente, debemos saber que bordeando todo el norte de la costa africana, a unas 170 millas de tierra, existe una de las rutas comerciales marítimas más concurridas. El tráfico de buques es tal que no es dificultoso contar más de 10 embarcaciones por hora. El mecanismo consiste en agrupar a los refugiados en las lanchas o pateras e indicarles que deben dirigirse hacia la ruta comercial. Suelen llevar la gasolina justa y a penas provisiones. Existiendo la obligación de salvamento y viniendo de zonas en guerra, es la mejor opción para todas las personas que embarcan. Lo que no saben es que 170 millas son 315 km y los motores fueraborda de estas barquitas no deben ir a mucho más de 15 km/h. Esto equivale prácticamente a un día de navegación, sin protección, sin alimentos, sin equipo alguno ni conocimientos marítimos. La mayoría no saben ni nadar. Hace frío y las tormentas son frecuentes. Las embarcaciones suelen ir muy por encima de su límite de carga y el agua tiende a entrar con facilidad. Una trampa mortal.



Así pues, los países de Europa delegan el salvamento a sus vecinos del sur. El cuerpo de guardacostas libio es uno de los que más “rescates” acumula. En un país que no se ha recuperado de la guerra civil, un puñado de bandidos y mafiosos recibieron buques y subvenciones de la UE para montar un cuerpo de guardacostas. El resultado es algo muy similar a un atajo de piratas. Estos “equipos de salvamento” roban, maltratan y encarcelan a los migrantes que “salvan”. Han llegado a disparar contra barcos de ONGs e incluso son directamente responsables de la muerte de varios centenares de personas de quienes impidieron el rescate. En palabras del informe de ACNUR (Agencia de la ONU para los Refugiados) sobre la crisis de los refugiados entre Enero y Diciembre de 2018: “Cuando los refugiados y migrantes suben a un barco en la costa libia, muchos habrán sido torturados, violados, secuestrados para obtener rescate y habrán visto a personas morir a su alrededor”. Y no, no solo estamos hablando de gente sin recursos, hay también profesores de universidad, médicos, abogados y empresarios entre ellos, por sí a alguno de nosotros nos cuesta sentir empatía por el pobre.
Por lo que hace a nuestra zona más conflictiva, el Estrecho de Gibraltar, algunos marinos de SASEMAR (Sociedad de Salvamento y Seguridad Marítima), han denunciado que ya no se procede a rescatar a todas las pateras, sino que algunas de ellas son “escoltadas” hasta tierra o “vigiladas” hasta que la guardia costera del Reino de Marruecos se hace cargo de ellas. Ello supone una doble violación de los deberes de esta entidad. Si durante la “escolta” el barco de los migrantes naufraga, hay una probabilidad inmensa de que algunos de ellos mueran ahogados, lo que supondría una falta al imperativo legal de auxilio y, por otra parte, cuando las patrulleras de Marruecos devuelven las pateras a la costa, se está, de facto, practicando una devolución en caliente, lo cual también está prohibido. Por supuesto, hay excusas. Se ha dicho que este procedimiento se lleva a cabo para evitar peligros para las tripulaciones durante la subida de los náufragos a la embarcación de salvamento. Cinismo y pauperridad de espíritu digo yo, pues hay dispositivos como el “quesito”, consistente en una cuña hinchable que permite subir a bordo a toda persona que está en el agua de forma muy segura, que podrían ser instalados en dichos buques y cuyo coste es relativamente bajo.
Y aun así, la ruta terrestre es a veces peor. Avalanchas humanas, guardias fronterizos que propinan palizas, perros de presa, campamentos inmundos, largos meses de frío, escasez de alimentos, enfermedades…
La lista de calamidades de esta índole es tan larga como la lista de víctimas. Europa ha dado pasos, tímidos, insuficientes, pero los ha dado. Se han constituido fondos y algunos gobiernos han decidido aceptar “cuotas” importantes de refugiados. A dios rogando y con el mazo dando. Mientras no cesen las faltas a la ley marítima de salvamentos, mientras no se deje de “evitar suavemente” que estas personas entren en Europa, no se estará en el rumbo correcto. Tenemos una responsabilidad para con todos ellos. Los conflictos que destruyen y asolan sus países no son más que frutos directos o indirectos del colonialismo europeo. El mar que nos ha comunicado con sus países es usado ahora de barrera infranqueable y eso es una blasfemia histórica que vamos a pagar muy cara en el futuro.



Y mientras tanto, las excusas siguen fluyendo. “¡Hay terroristas entre ellos!” La inmensa mayoría de los atentados islamistas han sido perpetrados por ciudadanos europeos, nacidos en Europa, criados en Europa, enseñados a odiar en Europa… El miedo del europeo al musulmán, utilizado ahora por algunos partidos políticos, no es más que una forma de justificar el boicot a las organizaciones que se dedican al salvamento. Europa ya no tiene miedo a los musulmanes, no he oído a nadie quejarse de que nos visite un Jeque Saudí multimillonario. No, Europa solo tiene miedo de los pobres.
El refugiado migrante huye de la guerra, huye de esos mismos terroristas a los que nosotros combatimos y ni siquiera somos su primer destino, la mayoría de personas acaban en Turquía, Pakistán o Egipto, países donde les tratan a patadas. Si de verdad les tenemos tanto miedo es que nuestro lema europeo es una farsa, no estamos “Unidos en la Diversidad”.
Como nos canta Idir, A Vava Inouva:
Te lo ruego papá, ábreme la puerta
Oh, hija mía, haz sonar tus pulseras
Rápido papá, tengo miedo al monstruo del bosque,
Lo siento, hija mía, yo también.
No hay un ellos, somos nosotros. El último muerto que se trague el Mediterráneo será nuestra razón de ser como pueblo.
Nicolau Vidal Cubí, del equipo de A definitivas.