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La identidad de los Bárbaros: naturaleza del terrorismo en Europa

Keywords: Terrorismo, Derecho, Internacional, Cultura, Identidad, Atentado, Derecho, Medios, Historia, Sociedad, Filosofía.

Abstract: El autor da unas breves pinceladas sobre la realidad del terrorismo en Europa, partiendo de la base sociológica de los conflictos de identidades y tensiones legales existentes entre distintos individuos.

 

La identidad de los Bárbaros: naturaleza del terrorismo en Europa

 

A título preliminar, debo decir que condeno la violencia, de cualquier clase, por encima de todas las cosas. Matar no está justificado, nunca. 

Cuando hablamos de terrorismo en Europa todos recordamos lo que aconteció en París en noviembre de 2015: 413 heridos y 137 muertos pesan mucho en la conciencia colectiva del viejo continente. Cuando hablamos de terrorismo en Europa aún vemos los vídeos fugaces de esa camioneta en las Ramblas de Barcelona, o esos fuegos artificiales explotando entre gritos de horror en Niza. Madrid, Londres, Bruselas… 

Miramos las noticias, consultamos Twitter… nos informamos un poco (solo un poco), hasta que lo vemos claro: Yihadistas, o como decimos en españa, los putos moros. Porque en general, en esta sociedad moderna, desdeñamos cualquier clase de estudio que nos lleve más de 10 minutos. Así que, conscientes de ello, los medios de comunicación nos bombardean con el mismo mensaje ripio: Yihadistas, Yihadistas, Yihadistas… Y nosotros nos imaginamos a esos Yihadistas con sus barbas largas, rodeados de armas en una cueva del valle del Panjshir, gritando Al·lahu-ákbar y planeando la destrucción de Occidente… y los “Yihadistas” en realidad están en el edificio de al lado, bebiendo cerveza y sin trabajo, desarraigados, sin identidad, sin creer ni siquiera en Dios… 

Para explicar correctamente lo anterior habría que escribir un monográfico de al menos 500 páginas. No es esta mi intención, yo tan solo pretendo dar un par de pinceladas sobre este engorroso tema, que tanto histrionismo despierta. 

Saint Denis.jpg

Actuación Policial en el barrio parisino de Saint Denis.

 

Empezaremos con dos conceptos básicos de sociología:

Identidades Colectivas

Todos tenemos múltiples identidades. Imaginemos un joven abogado a quién le gusta el rock. Esta persona se sentiría identificada con los jóvenes, con los abogados y con los demás rockeros, tendría tres identidades diferenciadas. Lo mismo sucede con las culturas, las religiones y las nacionalidades. Así pues, podríamos definir la identidad colectiva como el estado de conciencia implícitamente compartido de unos individuos que reconocen y expresan su pertenencia a una categoría de personas, a una comunidad que los acoge. 

Entre sus características cabría destacar el fuerte contenido emocional, pues es una construcción del Yo frente al Otro. O del nosotros frente al ellos… 

Rencor y Miedo

Siendo brutos y poco o nada escrupulosos, podríamos dividir los países del mundo en dos mitades: los que sienten rencor y los que sienten miedo. Los primeros serían aquellos donde, en la conciencia colectiva, existe el rencor por una humillación real o imaginaria infligida por los países más ricos y poderosos. En el seno de este grupo encontramos a la inmensa mayoría de países musulmanes. 

El segundo conjunto, los países del miedo, vendría integrado por lo que consideramos Occidente, que teme los ataques físicos y las represalias energéticas (petróleo) que puedan provocar los países del rencor. 

El espejo negro: Occidente y Oriente | DPLNews

Oriente y Occidente geográficos.

 

Los dos conceptos anteriores, juntos, nos dan una idea de por dónde va la cosa. En nuestra sociedad occidental, donde la identidad individual se está comiendo a la colectiva (Ja, ja, ja!), aún nos quedan algunos rasgos comunes: el rencor o el miedo al otro. Ya no estamos dispuestos a alistarnos en el ejército y morir por nuestro país, pero sí que lo estamos para unirnos en un odio o un miedo irracional e injustificado contra la otra mitad del mundo. 

Bien, esclarecido todo esto, vamos a aplicarlo al terrorismo europeo. Lo primero que debemos saber es que la práctica totalidad de los atentados cometidos en Europa han sido perpetrados por personas de nacionalidad europea. La descolonización ha generado movimientos migratorios muy intensos entre estados y sus “ex-colonias”, por lo que es natural que gente de los países del “rencor” viva en los países del “miedo”. Solo en Francia, uno de los países donde esta casuística es mayor, se calcula que hay entre 4 y 5 millones de personas de ascendencia argelina. Similares porcentajes hallaríamos respecto de los marroquíes en España o los pakistaníes en Reino Unido. 

Esta convivencia, por lo general pacífica, genera roces de carácter puramente legal: algunas de las personas que vienen a Europa se rigen por cánones iusnaturalistas por los cuales la palabra de Dios o la costumbre son incuestionables. Cuando esta ley “divina” se contradice con las leyes civiles y penales europeas, surge el conflicto. 

Lo segundo que debemos saber es que, en cierta medida, la población europea se ve gravemente influida por los medios y su visión simplista del asunto. Así pues, los citados conflictos -excepcionales en comparación con el volumen de población- son usados por todo un reparto de autores-buitre que aprovechan el miedo al diferente para diseminar su ponzoña y amamantar los pensamientos intransigentes. Citando al que, por otra parte, es a mi juicio uno de los mejores escritores vivos de las letras castellanas: “Porque es la Yihad, idiotas. Es la guerra santa. Lo sabe mi amigo en Melilla, lo sé yo en mi pequeña parcela de experiencia personal, lo sabe el que haya estado allí. Lo sabe quien haya leído Historia, o sea capaz de encarar los periódicos y la tele con lucidez. Lo sabe quien busque en Internet los miles de vídeos y fotografías de ejecuciones, de cabezas cortadas, de críos mostrando sonrientes a los degollados por sus padres, de mujeres y niños violados por infieles al Islam…”. El inconfundible aguijón del señor Reverte, haciendo gala de un manifiesto desprecio al por qué de las cosas. Muy impropio de él. 

Así, el ciudadano europeo blanco se ve imbuido en un carrusel de ideas peregrinas que van desde el miedo a la incomprensión. El asunto no mejora cuando a todo esto se suman algunos partidos políticos que, inspirados por ideas similares a las de Samuel Huntington, expuestas en su libro El Choque de Civilizaciones, incitan a la población a rebelarse en contra de un presunto enemigo común. Ideas tan peligrosas como la de la propia Yihad, pues hablan de responder con fuego al fuego, y con sangre a la sangre: “La supervivencia de Occidente depende de que los estadounidenses reafirmen su identidad occidental; los occidentales deben […] unirse para revigorizar la civilización occidental contra los desafíos que plantean las civilizaciones no occidentales”

O, de forma más precisa aún, lo expresa Oriana Fallaci en su libro-panfleto: “Nos enfrentamos a una cruzada a la inversa […] Se trata de una guerra de religión […] que sin duda apunta a conquistar nuestras almas. A que desaparezca nuestra libertad y nuestra civilización”. Y, ya explícitamente Élie Barnavi: “Una internacional terrorista musulmana ha declarado la guerra sin piedad a Occidente”.

Muchos son los partidarios de alimentar la idea del choque de civilizaciones. Citando a otro célebre personaje: “No hay la menor duda al respecto. El choque de civilizaciones es una historia muy clara”. Solo que esta última es la opinión de Osama Bin Laden. 

Pero sería la primera vez en la historia que una guerra se libera simplemente por motivos religiosos. Ni siquiera las cruzadas se libraron únicamente en nombre de Dios, el dinero proveniente de la ruta de la seda tuvo mucho que ver.

Así, las partes interesadas en la existencia del conflicto empujan a los ciudadanos de los dos mundos al combate, al “choque de espadas” – nombre que, por cierto, recibe el himno del Daesh- , mientras el rencor motiva actos cada vez más deleznables y el miedo justifica acciones preventivas terribles.

Dicho todo lo anterior y para no extenderme mucho más, ¿cómo pasa el chaval que está jugando a fútbol y saliendo de fiesta con sus amigos a ser un “Yihadista” con una identidad asesina?

La realidad es que no podemos vivir sin pertenecer a un grupo. La identidad colectiva es tan esencial como el aire que respiramos, el ser humano solo se entiende en sociedad. De esta forma, los descendientes de los inmigrantes provenientes de las antiguas colonias se encuentran realmente en una encrucijada de identidades. Por una parte han aprendido las costumbres y leyes religiosas de sus padres (en mayor o menor medida) y por la otra, sienten deseo de pertenecer y de participar del mundo joven y del éxito laboral existente en su país de residencia (casi siempre de nacimiento). 

Entonces, el trabajo no funciona, por los motivos que sean, quizá por la menor capacidad económica que tienen muchos hijos de inmigrantes, quizá por puro azar. Las relaciones personales se deterioran y todas las identidades que esa persona sentía como propias fallan en una sucesión de infortunios. Pero necesitamos sentirnos parte de algo, literalmente lo que sea, y esta gente acude a lo único que les queda; su identidad colectiva como miembro indirecto de un país o colectivo del rencor. 

Las redes de captación terroristas se encargan del resto. Son adeptos fáciles, carne de cañón. Nada justifica el daño que están a punto de provocar pero este es su origen, la frustración personal. Culpan a Occidente y su gente de todos los males que les afligen. Son casi analfabetos religiosos que apenas saben recitar la Sura Al Fatihah pero se creen el Santo Rey Nur al-Din. A falta de armas y recursos alquilan un coche, un camión o agarran simplemente un cuchillo… y se lanzan a la calle. Los que, por el medio que sea, consiguen rifles o pistolas provocan una devastación todavía mayor. Ni siquiera pretenden sobrevivir. No mueren por Dios, mueren porque no les quedaba nada. No son Yihadistas, son niños desesperados. 

Nur al-Din. Gobernador de Siria. Segunda Cruzada – LasCruzadas

Retrato del Rey Nur al-Din, quien combatió a los cruzados en Siria.

 

Luego el líder de alguna facción terrorista que se enriquece con la venta de petróleo reivindica el atentado, pareciendo más fuerte, los autores-buitre publican unas líneas xenófobas desprovistas de toda coherencia, las espadas resuenan y la ultraderecha gana un puñado de votos y los ciudadanos de los dos mundos se odian un poco más. 

¿Y qué dice la ley de todo esto? Nada, o casi nada. Los órganos legislativos del Estado poco o nada se han preocupado de esta problemática. Existe base normativa internacional, tan bienintencionada como fútil. El Artículo 4 de la Declaración Universal de la UNESCO, adoptada en 2001 y confirmada por la ONU en 2002, dice: Nadie puede apelar a la diversidad cultural para atentar contra los derechos del hombre (y la mujer) que garantiza el derecho internacional, ni para limitar su acceso a ellos”. Así pues, deberíamos añadir: “Ni para atentar contra cualquiera de los derechos que garantizan las leyes de un país democrático”. Sería una buena forma de sentar una base de actuación. Creo firmemente en la positividad de la inmigración, desde el punto de vista cultural y también desde el económico, pero bien es cierto que como jurista, considero que deberíamos disponer de algún mecanismo que nos permitiera evitar la imposición del iusnaturalismo frente al ordenamiento jurídico. Son aguas someras, es fácil encallar. 

Todo lo que puedo decir, de momento, es que el Artículo 570 bis del Código Penal es totalmente insuficiente para plasmar legalmente todo lo expresado con anterioridad. La ley debe evolucionar en la misma medida y dirección en la que evolucionan las sociedades. El mal es susceptible de hacerlo cualquiera. Hablan de “Choque de Civilizaciones” y pienso en Hannah Arendt. Hablan de guerra santa y pienso en educación. Hablan de destrucción del otro y pienso en oportunidades laborales e integración. 

Combatir la barbarie con la barbarie es ser igual de bárbaro que el bárbaro.

Al fin y al cabo, como se supone que dijo el rey Balduino IV de Jerusalén: “Prefiero aprender a convivir con los hombres a tener que matarlos”.  

 

Nicolau Vidal Cubí, del equipo de A definitivas y miembro de Ramis Abogados.

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